Debo pedirle disculpas al querido Luis Novaresio por meterme en su columna. A medida que iba leyendo cada una de las líneas escritas por él no podía evitar asentir y, a su vez, llenarme de indignación. Luis hace foco en los 10 días que estuvieron parados los subtes por un reclamo gremial. Nadie va a discutir que los trabajadores tenemos derecho de cuestionar lo que nos parece inadecuado y solicitar, aun mediante manifestaciones o medidas de fuerza, que se nos escuche en nuestros reclamos. Ocurre que hay algo que pasa inadvertido y nadie se detiene jamás en remarcar. LOS DERECHOS DE UNO TERMINAN CUANDO EMPIEZAN LOS DEL OTRO. Es algo que no tiene discusión, aunque sí desobediencia. Lamentablemente, vivimos en un país en el cual cada uno se salva a sí mismo sin solidaridad, trata de mantenerse al margen de los conflictos ajenos, ni se nos ocurre comprometernos con la injusticia que pueda sufrir otro ciudadano. Total "no es mi problema". ¿Saben una cosa? Sí, es nuestro problema. Esta adolescencia eterna que estamos atravesando como sociedad nos está llevando a la autodestrucción. No voy a buscar ejemplos lejanos en el tiempo sino que me voy a detener en lo ocurrido hoy. Los empleados municipales de Morón creen que nadie los escucha en la municipalidad ni en la provincia cuando piden a gritos un ajuste salarial. Conclusión, cortan el Acceso Oeste a las 8 de la mañana y todos los trabajadores, estudiantes, enfermos y seres humanos en general que tenían todo derecho a transitar libremente por el suelo argentino (al menos es lo que promete nuestra Constitución Nacional) se ven violados e impedidos de hacerlo. Y no pasa nada. El problema no son los trabajadores de Morón ni ningún otro grupo de trabajadores o vecinos que cortan cotidianamente alguna vía de tránsito en nuestro país. Hasta me animaría a decir que tienen razón en estar enojados. El problema es que nunca pasa nada. No los escuchan ni los castigan. Y mientras tanto, nos odiamos entre nosotros cada vez más. Si esa es la finalidad, las mentes perversas están logrando su objetivo. La Defensoría del Pueblo ya ha demostrado hasta el hartazgo que no le importa defender al pueblo o que no sabe hacerlo. Paralelamente, hay una Constitución que ha quedado guardada en un cajón. Los que mandan y los que obstruyen no quieren leerla, porque evidentemente no comparten lo que lleva escrito. Sugiero, con total humildad, que la modifiquen, que se lleve a cabo una nueva Asamblea Constituyente y redacten lo que les conviene. Pero háganlo. Al menos, tengan el decoro de escudarse en la ley. De lo contrario, perderán autoridad a la hora de exigir una buena conducta ciudadana a todos los argentinos y habitantes de nuestro país... Disculpen, me descuidé y supuse que tenían vergüenza. Esto no va bien. No es por fatalista, pero si no nos defienden los políticos en ninguno de sus cargos, y si no nos defendemos entre nosotros, estaremos perdidos. ¿Cómo que ya estamos perdidos? ¿Esto no tiene solución? Si continúan así se van a quedar sin pueblo. Y el día que se queden sin pueblo, ¿a quién van a gobernar o "representar"?