Hace décadas que la Argentina pone demasiadas expectativas en los recursos naturales y la gestión económica de corto plazo. Las recientes caídas del precio de la soja y del petróleo nos recuerdan cuán abruptamente estas apuestas pueden mostrarse poco sabias. Afortunadamente, la innovación viene ganando espacio en la discusión sobre nuestro futuro. Esto es positivo porque los economistas saben desde hace mucho tiempo que la innovación y el capital humano son la clave para el desarrollo. Robert Solow, por ejemplo, ganó el Premio Nobel por mostrar, en la década del 50, que la innovación y los aumentos de productividad que ésta genera explican un 80% del crecimiento de los países a largo plazo.
Debemos entonces preguntarnos si la Argentina es hoy una nación innovadora. Un buen punto para buscar una respuesta es el Global Innovation Index 2014. Este estudio es realizado anualmente por INSEAD, Cornell University y la Organización Mundial de Propiedad Intelectual. Es un trabajo serio que analiza 143 economías que representan 93% de la población y 98% de la economía global utilizando más de 80 indicadores que se plasman en un índice de innovación. Este índice está significativamente correlacionado con el nivel de desarrollo de las naciones. Cuanto más innovadoras, mayor su riqueza.
¿Cómo está la Argentina? Estamos en el medio de la tabla de posiciones (70). Cuando desglosamos nuestro desempeño vemos que nuestros puntos fuertes son el capital humano y la investigación (41), y la producción creativa (49). Lo que nos tira hacia abajo son las instituciones (111) y la baja sofisticación de nuestros mercados (132). Nuestro ambiente regulatorio (129), de negocios (124), de inversión (136), y de comercio y competencia (113) están entre los peores del mundo. También estamos en el último cuartil (25%) en términos de vínculos de innovación (133) e impacto del conocimiento (102). La única categoría en la que estamos entre los mejores países (cuartil superior) es absorción de conocimiento (22), que indica que importamos mucha tecnología en relación a la que exportamos y que pagamos mucho en regalías y licencias. Un logro cuestionable.
Todo esto no invalida de ninguna manera los esfuerzos y avances que viene realizando el país para recuperar la ciencia y la tecnología, promover el emprendedorismo innovador y la economía creativa. Por el contrario, los valoriza porque son logros realizados con el freno de mano puesto. Pero muestra que podemos rendir mucho más y pasar a estar mucho mejor si cambiamos el entorno institucional y económico para viabilizar la economía creativa e innovadora.
¿Cómo estamos en comparación con los otros países de América Latina? Estamos rezagados. En la punta lidera Chile (46), que hace años viene apostando a la innovación. Le siguen Panamá (52), Costa Rica (57), Brasil (61), México (66), Colombia (68) y sólo después Argentina (70).
Por otro lado, Argentina tiene todavía la mejor posición de la región en capital humano e investigación. El título del informe de este año es “El factor humano: la chispa esencial para la innovación”. Esto no es casual. Significa que tenemos lo más importante: el talento. Pero tenemos que valorizarlo más y darle un contexto favorable para que pueda florecer y generar prosperidad. Si desarrollamos un entorno legal efectivo, un contexto económico estable y un ambiente de negocios funcional podemos recuperar posiciones rápidamente.
Argentina puede aprender de otros países, aunque esta noción desoriente a muchos argentinos. ¿De quiénes podemos aprender? El estudio indica que los mejores cinco países en materia de innovación son Suiza, Reino Unido, Suecia, Finlandia y Holanda. Aunque no deberíamos copiar modelos, sino extraer lecciones sobre lo que funciona y lo que, probablemente, sea una mala idea. Por ejemplo, podemos notar que ninguna nación entre las top 20 tiene instituciones rankeadas debajo del promedio. O sea, difícilmente lograremos ser una nación innovadora si no creamos un entorno más favorable para la economía del talento.
También podemos inspirarnos estudiando los países que en los últimos 30 años dieron un salto al desarrollo apostando a la innovación y hoy están entre los 20 mejores del mundo: Singapur (7), Hong Kong (10), Irlanda (11), Israel (15), Corea (16) y Nueva Zelanda (18). Todos ellos nos muestran que las transformaciones profundas son posibles y que el capital humano y la innovación son los motores más poderosos para transformar una nación.
El ranking sugiere también a qué países no deberíamos emular. Venezuela (122) no es el camino. También es interesante notar que Noruega es la única nación con exportaciones significativas de energías fósiles entre las 35 primeras en el ranking de innovación.
El Global Innovation Index 2014 muestra que tenemos recursos humanos y científicos valiosos así como una capacidad creativa que nos habilitan a jugar en una liga superior a la actual y construir una economía del conocimiento que genere abundancia para nuestro pueblo. El estudio también refleja que tenemos enormes oportunidades de mejorar, particularmente, si actuamos con sentido común y orientación a futuro.
Necesitamos construir un entorno propicio para la economía del talento, generar más valor con nuestro conocimiento, multiplicar nuestro capital humano y crear vínculos internos y externos que promuevan la innovación. Aprender de las naciones que están más avanzadas y colaborar con ellas puede desafiar nuestro orgullo, pero puede ser de gran ayuda para la construcción de un futuro mejor.
Podemos dar un salto a la prosperidad, la inclusión y la sustentabilidad si en vez de apostar a los recursos naturales apostamos a lo mejor que tenemos: nuestra gente y su capacidad creativa y emprendedora. ¿Y si nos proponemos ser una nación innovadora?