Hace 21 años, justo en los años duros del Período Especial en Cuba, Leosvel, un maestro panadero en un barrio habanero, reunió el dinero suficiente para comprar un Ford de 1955.
“Era una etapa donde el hambre y las carencias alcanzaron un tope. Un pan de 80 gramos llegó a costar cinco pesos. Por la izquierda, vendía tres carros de pan que me reportaban más de 6000 pesos de ganancia. También vendía harina, aceite vegetal y levadura. En un año reparé mi casa, compré electrodomésticos y a diario tomaba cerveza importada. Fue una época de vacas gordas. Ahora también uno se busca billetes. Pero los que se forran con más dinero son los funcionarios. Mientras más arriba estén, más plata se llevan a casa”, cuenta el maestro panadero.
Cómo han sobrevivido 56 años
Entre sesudos y académicos que estudian el sistema cubano, siempre queda la incógnita de cómo es posible que una nación con un salario promedio de 23 dólares mensuales, una economía de cuartel y arrebatos ideológicos, haya podido sobrevivir 56 años.
Desde luego, el poderoso control político, social y policiaco, génesis de los Estados con praxis marxistas, ha sido un elemento de peso. Pero los embriones mafiosos, que como tumores malignos se extienden por todas las ramas de la economía y la burocracia de guayaberas blancas, junto a la casta de militares, se han convertido en un vigoroso sostén del manicomio ideológico y económico en Cuba.
Sectores más rentables
Los clanes más rentables se localizan en turismo, gastronomía, almacenes estatales y acopios agrícolas. Les describo el comportamiento de un funcionario típico que labora en alguno de esos sectores.
El 85 % pertenece al Partido Comunista. El carnet rojo les sirve para progresar en la cadena ejecutiva de la economía nacional. Casi todos han pasado cursillos exprés de dirección, administración y finanzas.
Son obesos, usan maletines negros, en los bolsillos de sus camisas sobresalen varios bolígrafos y en sus muñecas, relojes Omega, Tissot o Rolex. Prometiendo cosas son picos de oro. Pero cuando hablan parecen máquinas contestadoras: manejan al dedillo la estrafalaria jerga oficial del régimen.
Su militancia les resulta rentable y les permite aparentar fidelidad al gobierno. Cuando los convocan a un acto de repudio, si tienen que reventar a golpes a un disidente, lo revientan sin compasión.
La clave para mantenerse tantos años robando y obteniendo beneficios es repartir dinero a tipos importantes y crear redes de incondicionales mediante tráficos de favores y regalías.
Llamémosle Eduardo y es gerente de un restaurante en La Habana. Dice que en el turbio mundillo donde se desenvuelve el dinero cuenta, pero los amigos poderosos son muy importantes.
“Tengo varios socios de tragos y jodederas que son altos oficiales de la Seguridad del Estado. Si caes en desgracia, viran la cara y no se dan por enterados. Pero mientras estás en la cima, te sirven para amedrentar a tus jefes. Es como tener un perro de raza. Cuando voy a la dirección municipal de gastronomía, llego con un coronel del ‘aparato’ [de la Seguridad]. El mensaje subliminal que le envío al director es: «Fulano está bien conectado». Para tenerlos a tu lado, tienes que hacer gastos. Insignificantes para un administrador, como regalarle comida, cajas de cervezas y pagarles francachelas con chicas jóvenes. A cambio, te sacan de problemas menores, como una multa de tránsito o un inspector atravesado. También te resuelven estancias en villas turísticas exclusivas para militares. Reconozco que ellos y nosotros somos unos sinvergüenzas. Vividores que le hemos cogido la vuelta a chuparle la teta al sistema”, confiesa Eduardo.
Repartir dinero es la garantía para poder evadir las inspecciones
Orlando, gerente de una discoteca, explica interioridades de su negocio. “Es fundamental tener una ‘buena pluma’ [contador] a tu lado. El robo sale por ahí. También tener relaciones con la farándula. Si traes músicos y humoristas de nivel, se te llena el local. La mitad de lo que se recauda en la entrada es para el artista. La otra, más las ventas de bebidas y alimentos, es para cumplir el plan, repartir dinero entre el administrador, jefe de almacén y económico. Siempre debes guardar un sobre destinado al jefe de tu empresa. Es la garantía para poder evadir las inspecciones. En Cuba, en cualquier rama de la economía o los servicios, corre dinero por debajo de la mesa. Los ‘explotes’ [caídos en desgracia] no afectan los mecanismos. Una sólida red sigue funcionando como un reloj suizo”, cuenta Orlando.
Estos grupos mafiosos surten de harina, queso, carne de res, camarones, cerveza, ron y whisky a los negocios privados. “Un alto por ciento de la bebida y comida me llega de almacenes estatales”, señala el dueño de una paladar [restaurante particular].
No llamar la atención
Algunos intentan no llamar la atención y ser discretos en su comportamiento. Otros hacen lo contrario. Gastan miles de pesos en moneda dura y se hacen un Ifá (santo del panteón yoruba). Se compran dos o tres autos y alquilan en hoteles de Varadero.
“Cuando las autoridades activan una ofensiva contra la corrupción, se recogen las velas. Hasta que pase el temporal. En este mundo explotan las piezas menos importantes. Los jefes de jefes son intocables”, argumenta el jefe de un almacén.
“¿Y quién dirige todo eso?”, indago. El hombre sonríe y responde: “El sistema te obliga a ser mafioso. Los capos son los que salen en el noticiero defendiendo la revolución. Para acabar con estas mafias, hay que acabar primero con ellos”.