Es difícil aprehender de lejos una situación inextricable como la de Francia hoy, pero de ella surge que ninguna reforma puede ser aplicada en ese país sin suscitar agitaciones y bloqueos. Porque el parlamento es débil, obediente y está ocupado por godillots (*), porque no dispone de ningún poder real, al punto de plantearse seriamente el interrogante sobre la utilidad de esta institución. Las decisiones ya no se negocian en el hemiciclo o en los ministerios sino en la calle. Sin embargo el país, como todas las democracias, necesita reformas para evitar la acumulación de un retraso que no cesa de ahondarse, a lo largo de los años, a golpes de pasividad, de retroceso, de inercia y de estancamiento. Francia es un país ingobernable. Las universidades, a las que se les prohíbe la selección para el ingreso, acumulan los fracasos del treinta por ciento de los estudiantes desde el primer año. El acceso irrestricto es ofrecido a todos los poseedores de un bachillerato devaluado porque se ha decidido, en nombre de las buenas estadísticas, ofrecerlo a todos los jóvenes que por otra parte no harán nada con él. Los doctores diplomados son remunerados con el SMIC (salario mínimo) y huyen hacia los laboratorios del otro lado del Atlántico. Las Grandes Escuelas generan una elite que elige también el extranjero ya que el valor personal está allí mejor remunerado y el ascenso es más rápido. La universidad forma desocupados o jóvenes que no tienen ninguna salida concreta en el mercado laboral. Entonces, para toda esa gente que busca un trabajo, hablar de jubilación es un lujo. El sistema de seguridad social ve aumentar su déficit abismal todos los años porque ninguna solución puede ser vislumbrada sin que los médicos despotriquen por sus honorarios, sin que las mutuales se rebelen por la baja de sus ganancias o sin que los asalariados y las empresas se opongan al alza de los aportes. Francia sigue siendo ingobernable. Cuando Benjamin Netanyahu entró al gobierno de (Ariel) Sharon como ministro de Finanzas en 2002, la economía israelí se encontraba en situación desesperada. Al cabo de tres años, ya competía con la de los grandes. El ministro ciertamente centró sus golpes contra los más carenciados y los más frágiles con su política ultraliberal. Los impuestos fueron aumentados y la edad de jubilación extendida a los 67 años. Pero los israelíes no se movieron. Deseaban quizás hacerlo pero se adecuaban a su decisión de llevar a la derecha al poder. No podían contradecir su propia opción. La función esencial del voto es elegir y luego esperar los resultados, sancionando, llegado el caso, a sus elegidos en el siguiente escrutinio. Esta actitud puede ser tachada de angelical pero denota más bien una cierta madurez política. Los franceses eligen a su presidente con una confortable mayoría, designan una Asamblea [Cámara de diputados] ultra mayoritaria pero impiden al gobierno así surgido, realizar el programa para el cual fue votado. Francia es ingobernable. Pero la paradoja radica en el hecho de que Nicolas Sarkozy, abandonado por sus votantes, sometido al escarnio público, será seguramente reelecto en 2012 porque los electores tienen miedo al cambio aún cuando su poder de contestación está intacto. Entonces protestan y se manifiestan pero en el cuarto oscuro vuelven a sus bases. ¿Cómo hacer para que Francia sea gobernable? Traducción de Infobae América.(*) Se dice irónicamente de una persona que sigue las consignas sin discutir. Se aplica en particular a los legisladores que no participan de los debates en el recinto y sólo votan a mano alzada lo que desea el poder ejecutivo, en detrimento de la separación de poderes.