Los dirigentes israelíes dan la sensación de no saber exactamente qué estrategia adoptar frente al programa iraní de armamento nuclear. Dan permanentemente la impresión de borrar las pistas y desviar la atención respecto de sus verdaderas intenciones respecto a Irán, pero sus análisis parecen incluso fluctuantes. Así, por ejemplo, al dejar su puesto en enero de 2011, el ex jefe del Mossad, Meir Dagana, había informado a la Comisión de Defensa de la Knesset (el parlamento israelí) que Irán no tendría capacidad nuclear militar antes de 2015. Justificaba su análisis en una serie de fallas de funcionamiento que tuvo lugar en las centrales y usinas nucleares por efecto especialmente del virus Stuxnet. Luego había dejado entender que Israel debía modificar su estrategia militar, puesto que un ataque aéreo contra las instalaciones nucleares de Irán sería "una estupidez". Stuxnet olvidado Pero el ministro de la Defensa pasiva, Matan Vilnaï, que el 2 de junio se expresaba ante los responsables del mundo económico y financiero, evocó el escenario de una guerra que podría implicar a Irán. "La próxima guerra que Israel será impulsado a librar durará al menos un mes y verá centenares de misiles, cargados cada uno con media tonelada de explosivos, abatirse diariamente sobre las ciudades del centro del país". No podía ser más pesimista al contradecir al hombre que había detentado todos los poderes en los Servicios de Inteligencia y que ocupaba, de hecho, el puesto nº2 del Gobierno. En efecto, a pesar de las revoluciones árabes, los iraníes no han renunciado a su proyecto de construir el arma nuclear. Continúan, en secreto, sus investigaciones a la vez que enriquecen uranio 235 utilizable en los reactores nucleares luego de un débil enriquecimiento o, después de uno fuerte, en la fabricación de armas nucleares. Según el sitio Irán Watch, que publica bajo la égida de la Universidad de Wisconsin informaciones sobre el control de las armas nucleares, Irán tenía, desde 2008, suficiente uranio como para fabricar cuatro bombas atómicas. El informe Wisconsin del 2 de junio daba cuenta de nuevos desarrollos en la estrategia nuclear iraní. Mientras los disgustos ligados a las consecuencias del virus Stuxnet habían bloqueado el enriquecimiento de uranio en la usina de Natanz, 5 mil centrifugadoras fueron puestas en servicio en febrero de 2011 y 6 mil en mayo de 2011. El profesor Fereydoon Abbasi, especialista en lásers, había sido herido el 29 de noviembre de 2010 con su esposa durante un ataque contra su automóvil frente a la universidad Shahid-Beheshtiqui. Era el encargado de luchar contra el virus Stuxnet y acaba de ser nombrado al frente de la usina de Natanz, lo que confirma el interés de los iraníes por el proyecto nuclear. Un informe de la Agencia Internacional de la Energía Atómica (AIEA) precisa que los sellos de la zona de alimentación de la usina fueron rotos, es decir, que los iraníes tratan de enmascarar ante las autoridades de regulación la verdadera cantidad de uranio de la que disponen para la construcción de cuatro bombas. Eso confirma, sobre todo, que mientras las miradas occidentales estaban vueltas hacia otros cielos durante varios meses, Irán mantuvo secretamente sus actividades de enriquecimiento en Natanz en la cara de los Servicios de Inteligencia israelíes. Los inspectores de la AIEA no están en condiciones de determinar el número preciso de centrifugadoras en funcionamiento ya que, en cada una de sus visitas, sospechan que los iraníes detienen algunas de ellas antes de su llegada. ¿Actuar ahora o esperar? Los israelíes no entienden realmente las declaraciones de Meir Dagan. En sus funciones en el Mossad, había hecho del combate contra el programa de armamento nuclear iraní una de sus prioridades. Algunos se preguntan, de pronto, si no se trata de una maniobra de intoxicación informativa. Ya que, al mismo tiempo, muchos dirigentes estadounidenses e israelíes impulsan a Obama y Netanyahu a actuar para quebrar la capacidad nuclear de la República Islámica. De hecho, está lejos de haberse cerrado el debate entre, de un lado, los partidarios del uso de la fuerza frente a una amenaza considerada como inaceptable y ante dirigentes iraníes incontrolables y por lo tanto peligrosos y, de otro lado, los que tanto en los Estados Unidos como en Israel estiman que la posesión de una o dos bombas nucleares por parte de Irán no ofrecería peligro frente a la dimensión de las fuerzas militares estadounidenses y las potencialidades de Israel. Los partidarios de esta escuela consideran que una acción inmediata no se justifica y que hay que dar tiempo para que surja una revolución interna, como en los países árabes, para derrocar al régimen iraní. En todo caso, la fabricación de las cuatro bombas iraníes requeriría como máximo tres años, pero sólo en ese momento la amenaza existencial sería seria para Israel. Los partidarios de la línea dura piden, por su parte, al gobierno israelí que asuma la responsabilidad de una intervención militar contra las plantas nucleares iraníes incluso si debe actuar solo. Podría aprovechar el giro de los países árabes moderados, en particular Arabia Saudita, que ya no confían verdaderamente en su aliado estadounidense para frenar el expansionismo iraní.