Tanto Jerusalén como Washington temen un golpe de fuerza de [la organización libanesa pro iraní] Hezbollah en ese país con apoyo de Siria y de Irán, lo que podría constituir el preludio de una guerra regional. El escenario anticipado y temido por los israelíes se está desarrollando en el Líbano. Benjamin Netanyahou había convocado el 24 de noviembre a su gabinete de seguridad, constituido por los siete principales ministros, a fin de analizar varios escenarios políticos considerados como peligrosos para el Líbano. El "gabinete de guerra" fue informado entonces por los servicios de inteligencia de la seria probabilidad de un golpe de Estado de Hezbollah en el Líbano con apoyo de Siria y de Irán. Un primer paso ha sido dado. El Hezbollah y su aliado cristiano Michel Aoun han decidido dejar el 12 de enero el gobierno de Unión Nacional abriendo la vía a un período de incertidumbre política y a la posibilidad de un cambio de poder en Beirut. El anuncio de la renuncia de los ministros se produjo en el mismo momento en que el jefe de gobierno libanés, Saad Hariri, era recibido en los Estados Unidos por el presidente estadounidense Barack Obama, en una suerte de desaire infligido a ambas personalidades. El Hezbollah cuestiona por adelantado las conclusiones del Tribunal Superior que investiga el asesinato del ex primer ministro Rafic Hariri [padre del actual jefe del Gobierno], cometido en 2005, que pueden incriminar a sus principales líderes y a Siria. Las renuncias y la caída del gobierno libanés, así como un resurgimiento de la tensión militar, eran esperados a la vez por los occidentales y por Israel. Fuentes de la inteligencia militar israelí habían confirmado, el 23 de diciembre, que una treintena de oficiales del cuerpo de ingenieros militares de la Guardia Revolucionaria iraní, escoltados por militantes de Hezbollah, se habían instalado en la frontera con Israel, bajo las órdenes del general iraní, Hossein Mahadavi, para contrarrestar un eventual ataque del país vecino. Un convoy de buses había cruzado la frontera siria para transportar el equipo, mientras que todas las carreteras habían sido cerradas durante el fin de semana con la participación de hecho de las autoridades sirias. Los israelíes habían decidido simultáneamente mostrar sus músculos y realizar maniobras de envergadura en la proximidad de las fronteras siria y libanesa con apoyo de la infantería y de vehículos blindados. Al mismo tiempo, oficiales iraníes fueron vistos en las bases de Jbail y de Maroun Bint acompañados por tropas libanesas. El equipo iraní tendría por misión controlar y fortificar las defensas del sur del Líbano a partir de la línea de Ramat Zahrani hasta la planicie de la Bekaa al este. Israel ha sido más prolijo que de ordinario en un ejercicio que pretendía ser disuasivo, dando información sobre los efectivos que participaron en el mismo, la división Nahal y la 40ª brigada blindada. Incluso detalló los objetivos de las simulaciones de combate basadas en operaciones contra misiles antitanque y contra los comandos del Hezbollah motorizados, formados especialmente por los Guardianes de la Revolución. Tsahal, la fuerza de defensa de Israel, aprovechó este ejercicio para estudiar la naturaleza de las nuevas fortificaciones construidas por los ingenieros iraníes y los medios para destruirlos. La inquietud sobre la situación en el Líbano es también compartida por Washington. Barack Obama ha decidido reforzar los medios de la 6ª flota estacionada en el Mediterráneo y que comprende el portaaviones USS Enterprise, 80 cazabombarderos embarcados y 6.000 marines. El destroyer USS Bainbridge ya ha llegado a la zona con un cargamento de misiles. Entretanto, la diplomacia se activa. La secretaria de Estado Hillary Clinton viajó a entrevistarse con el rey Abdallah de Arabia Saudita y con el presidente francés Nicolas Sarkozy. El 10 de enero se dijo "profundamente preocupada por los intentos de desestabilizar al Líbano". "Deberíamos hacer todo lo posible para asegurarnos de que esas amenazas sean vanas", agregó. Las maniobras militares estadounidenses sirven de advertencia al Hezbollah y a Irán. Según informaciones originadas en Israel, los Estados Unidos estarían listos para usar fuerza aérea y terrestre con el fin de acudir en apoyo del Líbano en caso de que los aliados de Irán tomen el poder por la fuerza. Simultáneamente, el presidente Sarkzoy dio órdenes a la marina francesa para que se una a las fuerzas estadounidenses estacionadas en el litoral del Líbano. Los israelíes no creen que estas medidas de intimidación puedan frenar las ambiciones políticas de Hezbollah que ha almacenado más de 60 mil misiles y cohetes instalados al norte del país apuntando hacia ellos. Saben que serán los primeros en padecer los efectos de un conflicto interlibanés. El ex jefe del Mossad, Meir Dagan, había estimado, en vísperas de dejar sus funciones, que pocos países tenían una potencia de fuego equivalente a la de Hezbollah. Benjamin Netanyahou espera con el dedo en el gatillo que se le ofrezca la oportunidad de destruir el arsenal de la milicia islámica. El primer ministro parece tanto más dispuesto a dar esa pelea cuanto que acaba de colocar hombres suyos al frente de las grandes instituciones de seguridad del país. Parecería pues que todo está en su lugar para el peor escenario. Es que el programa nuclear iraní parece no ser ya el problema más inmediato para Israel que considera haber ganado tiempo después del ataque con un virus contra las computadoras iraníes y de una serie de asesinatos de científicos de alto nivel. Pero las cosas son muy diferentes para Jerusalén en lo que concierne a la amenaza que viene del Líbano, en la frontera cercana. El recuerdo de la guerra de 2006 está muy presente. Los Estados Unidos han tomado conciencia del peligro y han decidido implicarse para impedir una explosión en la región.