Por: Javier Cernadas
Los países centrales se encuentran en crisis e intentan de cualquier modo transmitir las consecuencias a los emergentes. Latinoamérica tiene un presente envidiable e históricamente ha sido muy codiciada. Desde la época colonial, y luego de 1816, se fue alternando luego entre un semicolonialismo y breves períodos de autonomía, fundamentalmente durante el peronismo, hasta llegar a la pasada década durante la cual el pensamiento predominante regional fue propiciar la segunda y definitiva independencia: la económica.
Así, la integración regional dio un giro total, dejando atrás la sumisión ante el imperio norteamericano para pasar a decidir nuestro propio destino y retomar la senda del sueño latinoamericano de construir la Patria Grande de San Martín y Bolivar.
El surgimiento de procesos políticos con objetivos económicos, sociales y culturales con foco en la independencia y la inclusión social posibilitó la sepultura del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA) en Mar del Plata en 2005. Este hecho marcó un antes y un después, en tanto significó una ruptura definitiva con las políticas diseñadas en el Consenso de Washington aplicadas con nefastas consecuencias en los países de la región.
El fortalecimiento y la ampliación del Mercosur, el éxito de la Unasur y la reciente creación de la Celac son algunos de los principales logros regionales alcanzados luego del “No al ALCA”. Sin embargo, hoy los países desarrollados vuelven a arremeter contra Latinoamérica intentando sembrar nuevamente los preceptos del libre comercio. La negociación del TLC Unión Europea-Mercosur, los tratados bilaterales con Estados Unidos y la Alianza del Pacífico (Colombia, Chile, Perú y México) dan muestra de ello.
En este sentido, la constitución y puesta en funciones del Banco del Sur significa profundizar la integración y consolidar un proyecto regional independiente de desarrollo frente a este nuevo avance imperialista.
El Banco del Sur tendrá sede en Caracas y subsedes en Buenos Aires y La Paz. En principio, el capital del banco será de US$ 7.000 millones y estará compuesto por aportes de Argentina, Brasil y Venezuela (US$ 2.000 millones cada país), Uruguay y Ecuador (US$ 400 millones cada uno) y Bolivia y Paraguay (US$ 100 millones cada uno).
Si bien aún no ha sido ratificado por los parlamentos de Brasil y Paraguay (suspendido tras la destitución del presidente Fernando Lugo en 2012), el Acuerdo -suscripto en 2009- entró en vigor en 2012 al cumplirse con la aprobación por parte de la mayoría simple de países y el 66,3 % del capital (Argentina, Bolivia, Ecuador, Venezuela y Uruguay).
Así, semanas atrás y con la participación de sus seis miembros vigentes, el Consejo de Ministros del Banco del Sur realizó su primera reunión formal y comenzó a dar los últimos pasos hacia su puesta en marcha. Entre sus objetivos, podemos destacar el desarrollo de los países de Unasur, la reducción de las asimetrías existentes y el fortalecimiento de la integración, representando un avance en el diseño de una nueva arquitectura financiera regional que permitirá financiar proyectos de infraestructura.
En consonancia con el reclamo argentino de democratización de los organismos multilaterales, el Banco del Sur predica con el ejemplo al otorgar a los países igual derecho a voto sin importar el aporte de capital.
Nuestras reservas, nuestro desarrollo
Durante la última década, las reservas internacionales de los países sudamericanos han crecido notablemente. Argentina cuenta hoy con algo menos de US$ 38.000 millones, Bolivia con US$ 14.300 millones, Ecuador con US$ 4.000 millones, Venezuela US$ 25.000 millones y Uruguay con US$ 15.000 millones.
Dado que la contribución inicial será del 20% del aporte total comprometido, en ningún caso éste significará un esfuerzo mayor que destinar el 2% de las reservas para la capitalización de la institución financiera, mostrando factibilidad presente y potencialidad futura de crecimiento.
Así, el banco representa un cambio de paradigma dado que no sólo permitirá realizar proyectos dentro de la Unasur, sino que también posibilitará recuperar para nuestro desarrollo parte de las reservas depositadas en instituciones financieras europeas y estadounidenses.
¿Y Brasil?
El parlamento brasileño todavía no ratificó el acuerdo de creación del Banco del Sur. Sin embargo, el aporte inicial que debería hacer de US$ 400 millones apenas representa un 0,1 % de sus reservas internacionales (superiores a US$ 370.000 millones) sin alterar la relación entre reservas y PBI.
Una de las hipótesis está basada en que Brasil aún no dio acuerdo parlamentario dado que el país ya cuenta con un Banco de Desarrollo (el BNDES). Sin embargo, ningún país puede desarrollarse en una región que no se desarrolla mientras el imperio reinante provenga del norte.
Dentro del territorio de nuestro socio estratégico, se escuchan algunas voces detractoras de la iniciativa regional y que a su vez relanzan viejos paradigmas que ya han fracasado y son contrarios al propio desarrollo nacional. Es por ello que Brasil debe fortalecer la relación comercial con la región por la importancia que ello representa para su industria, en lugar de mirar hacia otros rumbos que sólo buscan la primarización sudamericana.
Tiempos difíciles
Si bien en los grandes medios hegemónicos pasa casi inadvertida la puesta en funcionamiento del Banco del Sur y se anuncia con destello la “prometedora” Alianza del Pacífico que vuelve a resoplar viento norte en la región, nos encontramos hoy ante la oportunidad histórica de consolidar un proyecto regional independiente, enterrando así definitivamente los proyectos neocolonizadores que pretenden someter nuevamente a nuestros pueblos.
La historia nos muestra que la apertura comercial irrestricta, la desregulación y la desindustrialización genera dependencia, vulnerabilidad externa y deteriora las condiciones sociales de vida.
Hacia el interior de la Unasur existen diferentes matices que deben aunarse en las coincidencias, con debates políticos superadores que permitan superar las diferencias en lugar de despolitizar los organismos y poner nuevamente a la economía (ortodoxa) a encabezar los procesos de integración.
El desarrollo equilibrado de nuestras naciones requiere no replicar la relación Centro-Periferia a escala regional, para lo cual es necesario establecer mecanismos de compensación para los países de menor desarrollo relativo a la par que se propende regionalmente al desarrollo armónico e igualitario de todos los miembros, buscando la complementariedad productiva. En pos de estos objetivos, el Banco del Sur promete ser una herramienta fundamental.