A la luz del discurso de apertura de sesiones ordinarias en el Congreso de la Nación Argentina del presidente Mauricio Macri, , en el presente artículo se intentará dejar en claro la colosal destrucción de riqueza de la que hemos sido víctimas, fruto de la instrumentación de un esquema de políticas populistas salvajes por parte del régimen kirchnerista que ocupó el poder durante los últimos doce años.
En este sentido, a mediados del año pasado, junto a mis colegas Nicolás Federico Kerst y Diego Pablo Giacomini, desarrollamos un indicador al que llamamos “termómetro de riqueza”. El indicador en cuestión parte de la hipótesis de que la competitividad de un país viene dada por su capacidad de ganar dinero (esto es, generar riqueza). Para ello, partiendo de la Q de Tobin, se sintetiza toda la información sobre el futuro que resulta relevante para la toma de decisiones de inversión por parte de los agentes, ya que en su armado convergen las condiciones de equilibrio tanto del mercado de bienes (los ingresos resultan suficientes para cubrir todos los costos operativos, el fiscal y el del capital) como de capitales (el retorno de los activos se iguala con el costo de oportunidad del capital).
Al mismo tiempo, si uno asume que la economía bajo análisis es abierta y que a largo plazo se cumple la paridad del poder de compra (PPP), a partir de las condiciones de equilibrio en el modelo de la Q es posible determinar el tipo de cambio real de equilibrio, el cual vendrá dado por el salario real (salarios en términos de nivel general de precios) relativo a la productividad del trabajo, el costo de oportunidad del capital (que toma al apalancamiento de la economía, la tasa de interés de los Estados Unidos, el riesgo país y la devaluación esperada), la presión fiscal (el gasto público y su eficiencia) y la escala productiva, todo ello en relación con la economía de referencia (la de la moneda que se compara).
En términos prácticos, el termómetro de riqueza muestra que nunca en la historia del país se destruyó tanta riqueza como en el período que va de 2003 a 2013. Así, la política económica kirchnerista ha logrado una destrucción de 1,61 puntos del indicador, seguida por la economía de la dictadura durante 1977-1982 con 1,27 puntos, la salida de la convertibilidad (2000-2002), con 0,97 puntos, el rodrigazo (1973-1975), con 0,81 puntos y los años que van de 1945 a 1949 durante el primer Gobierno de Juan Domingo Perón, con 0,74 puntos. A su vez, el mismo estudio estadístico muestra que, cuando el indicador cae por debajo de 0,6, la probabilidad de crisis se acelera fuertemente. En otras palabras, cuando el indicador pierde 0,4 puntos respecto al nivel del promedio histórico, la economía ingresa en una crisis. Nuevamente, a partir de este análisis se confirma que el kirchnerismo ha sido peor Gobierno de la historia, ya que a lo largo de los últimos doce años ha generado una caída que podría haber generado cuatro crisis, de no ser por las reformas estructurales de los noventa, el ajuste realizado por Eduardo Duhalde y el mejor contexto internacional de la historia (para aquellos que estén interesados en la versión divulgación pueden ver en este mismo portal la siguiente nota).
Si bien los resultados en cuestión resultan por demás contundentes, puede que la lectura dura resulte algo abstracta, por lo que, para complementar estos resultados, a continuación se presentan los resultados en términos de PIB per cápita y de su correspondiente nivel asociado de riqueza (la cual se entiende como el valor presente del PIB por habitante futuro).
El punto de partida para medir la destrucción del kirchnerismo es el inicio del segundo mandato de la señora Cristina Fernández de Kirchner, junto a la llegada al Ministerio de Economía de la rutilante estrella del firmamento económico de la nación, el Dr. Axel Kicillof (tanto como viceministro, primero, como en tanto ministro después). Concretamente, pese a la adulteración de las estadísticas y la existencia de tipos de cambios múltiples, el PIB por habitante, cepo mediante, se estancó en torno a los diez mil dólares per cápita. Al mismo tiempo, dicho nivel representaba un 20% del PIB por habitante del mostrado por los Estados Unidos (país que se toma como referencia para realizar los ejercicios de convergencia).
En este sentido, si tenemos en cuenta que el presente proceso de decadencia lleva cerca de setenta años, lo cual nos ha hecho pasar de tener un PIB per cápita del 97% del de los Estados Unidos al presente 20%, pareciera normal asumir que nos llevaría otros setenta años volver al nivel del que nos quitó la instauración del populismo salvaje.
Daño causado por el populismo kirchnerista
Fuente: elaboración propia con base en Milei-Ferrelli Mazza (2016)
Suponiendo que el PIB por habitante en Estados Unidos crezca al 2,5% anual compuesto (alcanzando un nivel de 282 mil dólares en el año 2081), la tasa de crecimiento a la que debería crecer nuestro producto per cápita (incluyendo el efecto de la apreciación cambiaria producto del defasaje con el PIB de PPP, 1,13%) debería ubicarse en el 4,88% anual compuesto. Sin embargo, a la luz de que durante el período 2011-2015 el país ha disfrutado del mejor contexto internacional de la historia (los términos de intercambio más altos de la historia junto a tasas de interés en el mundo cercanas al 0%), el crecimiento debería haberse incrementado en unos 2,2 puntos porcentuales (acorde a Robert Barro, 1998) y podría haber llegado así al 7,19% anual. Naturalmente, desaparecido dicho efecto, la tasa de crecimiento se debería desacelerar a un nivel del 4,75%, de modo tal que se alcanzara el producto por habitante de los Estados Unidos en el año 2081.
En función de lo anterior, surge con claridad que la gestión económica del kirchnerismo nos ha costado el área comprendida entre los puntos ACB (resultado emergente de las distintas tasas de crecimiento), lo cual, puesto en términos de dólares junto a una tasa de capitalización del 5% anual (la que hubiéramos tenido en caso de normalizar el default de la deuda), asciende a 8.500 dólares por habitante, esto es, la mala gestión implicaría una pérdida equivalente al 85% del PIB actual. Si bien el número en cuestión parece alto, cuando se compara con lo que ha pasado con el resto de los países de la región (salvo Venezuela), la pérdida estaría en torno al 120 por ciento.
Sin embargo, el daño causado por el formidable binomio Cristina Fernández de Kirchner-Axel Kicillof no se termina ahí. Concretamente, aun cuando los daños causados fueran transitorios y la economía podría volver a crecer y alcanzar una tasa del 5,19% anual compuesto tal que en el 2081 se logre la convergencia, existe una pérdida adicional de riqueza equivalente al área BCD como fruto de partir de un producto por habitante menor. En este sentido, cuando se toma el diferencial de estos potenciales productos y se los descuenta al 5%, la pérdida de riqueza por habitante se ubicaría en torno a los 104 mil dólares, o lo que es lo mismo, unos 10,4 PIB por cada uno de los habitantes.
Finalmente, si sumamos la pérdida de riqueza del período por haber crecido menos (área ACB equivalente a unos 8.500 dólares per cápita) y los efectos de crecer hacia la convergencia desde un nivel de producto por habitante menor (área BCD equivalente a unos 104 mil dólares per cápita), la destrucción de riqueza por habitante asciende a 112.500 dólares (área ACDB), lo que ajustado por una población de 42 millones de argentinos arroja una pérdida total de 4,725 billones de dólares. Por lo tanto, si se encuentra con alguien y luego de explicarle estos números sigue sin creerle que el kirchnerismo ha sido, por lejos, el peor Gobierno de la historia del país, resulta altamente probable que esté frente a un caso de fanatismo extremo. Nunca se rinda, ármese de paciencia, sea muy tolerante y trátele de explicar nuevamente hasta que comprenda.