Por: Jesús Acevedo
“La guerra es paz, la esclavitud es libertad y la ignorancia es poder”.
George Orwell, 1984.
De un tiempo a esta parte, todo lo que sucede en las altas esferas de nuestro Gobierno Nacional se encuentra orquestado por un poderoso Ministerio, superior a cualquier nombre propio.
Esta institución forja sus bases en una mítica ficción creada por ellos mismos, donde hay “buenos y malos”, “oligarcas y populares”, “cipayos y nacionales”… Claro está, es tarea del propio Ministerio definir estos conceptos y encasillar a la población en ellos.
Este organismo se nutre día a día de las épicas epopeyas fantasiosas producto de su propia imaginación, donde hay héroes que han dado la vida por la patria, y han combatido a los malvados invasores que siempre han tenido como objetivo destruir “lo nuestro”. La mentira se hace presente en cada una de las historias, y la distorsión de datos es el modus operandi para justificar todas sus acciones.
Esta estructura es hermética, no permite que ingrese ninguna idea del exterior, pero promulga por la expansión constante de sus criterios y magistrales enseñanzas, que deben ser acatadas como dogmas de fe.
Este Ministerio se considera sumamente amplio y creativo a la hora de trabajar, pero hay un concepto que está expresamente prohibido por su Carta Orgánica: hablar de la verdad.
Tal es así, que ante un sistema de transporte colapsado, que ha traído como consecuencia catástrofes mortales, dirán que somos afortunados testigos de “la revolución del transporte”.
Siendo víctimas hace ya diez años de una importante crisis energética, donde producimos menos gas y petróleo que en 2002 y nuestras reservas han caído un 40% dirán que “estamos recuperando la energía que los malvados españoles nos robaron”.
Cuando llegue el turno de la economía, y se plantee la existencia de un importante déficit fiscal a pesar de una presión tributaria récord y una inflación que nos encuentra dentro de las cuatro más altas del mundo, dirán que “Argentina es un ejemplo económico estudiando en el mundo por sus grandes éxitos”.
Llegado el caso de evaluar los resultados de los exámenes PISA de 2009, donde la Argentina quedó en el puesto 58 de 65 países que se presentaron -entre los países de América latina, sólo superó a Panamá y a Perú en comprensión de lectura-, dirán que “hemos logrado alcanzar récords históricos de alfabetización en América Latina”.
Por último, apelaran al máximo de los absurdos creando la “Comisión de la Verdad”, acusando a las propias víctimas del atentado a la AMIA de no querer descubrirla.
Este gigante del sustento de acciones vacías, llamado Ministerio de la Mentira, tiene una estética e impronta propia muy particular: es gris, melancólico, romántico y patriótico. Claro está, su misma figura remonta a un pasado, donde todo lo perdimos y ahora lo recuperamos.
El inevitable desenlace
Todo relato, ficción o fantasía tiene un límite: la realidad. No se puede construir la identidad de una sociedad en base a un relato ficticio, institucionalizado y simbolizado aquí en un Ministerio. ¿Por qué? La respuesta es sencilla: porque la gente vive en el mundo real, y por más esfuerzo que se haga en manipular la voluntad de las personas, ya hay un quiebre inevitable que no tiene vuelta atrás. La contradicción constante entre lo que se dice y lo que se hace es cada vez mayor, y las técnicas empleadas para la consecución de este fin quedan cada vez más expuestas. De este modo, cuando lo que se diga vaya en línea con lo que existe, con la verdad, de seguro podremos progresar y destruir este gigante artificio del que hoy somos víctimas.