Por: Jesús Acevedo
En 1983, Woody Allen estrenaba su película “Zelig”, donde el personaje principal, Leonard Zelig, tenía la capacidad de actuar como un camaleón y transformarse en cualquier persona con la que entablaba una conversación. Así, por ejemplo, si dialogaba con un rabino, automáticamente él se convertía en uno, copiando todas sus expresiones y hasta mimetizándose con él corporalmente. En otras palabras, Leonard se transformaba en la persona con la que hablaba.
En el fondo, la película buscaba llevar al extremo el concepto de falta de identidad. La capacidad de una persona de vivir aparentando algo que no es, con tal de poder encajar. Una especie de puesta en escena constante con el objetivo de conseguir aceptación. ¿Qué tan lejos está el kirchnerismo de Zelig? Considero que poco.
Las últimas elecciones mostraron la transformación del kirchnerismo en otra cosa que realmente no es, con el único objetivo de ganar. O como diría Néstor, de “perder por muy poco”. Pasaron de ser garantistas a presentar un proyecto para bajar la edad de imputabilidad, pasaron de negar la inflación a aceptar su existencia, como también aceptaron que el INDEC miente y que los sueldos no alcanzan para llegar a fin de mes.
En otras palabras, pasaron a expresar lo que ellos creían que la gente quería oír, porque Zelig es así: cree que diciendo lo que el otro quiere escuchar, va a ser aceptado. Pero el mundo no funciona así, porque la naturaleza humana afortunadamente no siempre es especulativa y convenida. Por el contrario, las últimas elecciones evidenciaron una ruptura con un eje transversal del kirchnerismo: la mentira.
La gente no creyó en Leonard, porque no lo sintieron sincero, porque además lo vieron convertirse frente a sus propios ojos, y eso no es natural, ni humano. El cambio de identidad es algo excesivamente especulativo, pero sobre todo engañoso y trae aparejado una enorme subestimación por quien está enfrente.
Nadie puede creer que un inglés pueda convertirse de un momento a otro en un irlandés, cambiando su idioma, su vestimenta, y hasta su forma de hablar y pensar. Nadie cree que el kirchnerismo se halla vuelto dialoguista, sincero y honesto en un mes (que fue lo duró la elección).