Cambiar el discurso sin cambiar el discurso

Jesús Acevedo

El título encubre una contradicción e incoherencia en sí mismo. Es que éste es el arduo desafío que enfrenta el gobierno kirchernista por estas últimas semanas. ¿Cómo se puede cambiar el discurso sin cambiar el discurso? He aquí el dilema.

Luego del mal resultado obtenido en las PASO, la estrategia del gobierno exigió un cambio drástico. Los resultados hablaron por sí mismos y dejaron al desnudo esta necesidad.

Ya es insostenible decir que la inflación es la que mide el Indec, y peor aún es decir que el Indec es un organismo serio compuesto por profesionales independientes que no responden a caprichos políticos.

Es innegable que la inseguridad existe y no una sensación inventada por el multimedio hegemónico para voltear a la presidenta de los 40 millones de argentinos.

No se puede escapar a la corporación mediática, porque la gente la mira y cree en muchos de sus periodistas.

No se puede mantener el mínimo no imponible tan bajo, a la gente no le alcanza para llegar a fin de mes ni para hacer las compras en el supermercado.

Éste es el diagnóstico, lo que lleva a pensar que el discurso está agotado. Hay que buscar la forma de aceptar las mentiras, pero sin decir verdades. ¿La solución? Improvisar. Decir que mentimos, sin aceptar que mentimos.

Entonces ya no se niega la inflación, se acepta. Pero se culpa a los bancos y a las especulaciones del mercado de su existencia. No se acepta la devaluación implícita de la moneda ni la emisión de billetes que cada vez valen menos. No, se miente sobre verdad.

Hoy se acepta que hay inseguridad. Dejó de ser una ridícula sensación de algunos pocos. Pero no se trabaja sobre la corrupción policial, ni se atacan los problemas de la droga y las mafias que mueven un mercado cada vez más grande. No, se inventa el “operativo centinela” y se envía a 4.000 gendarmes al gran Buenos Aires, liberando las fronteras.

“La corpo” es ahora el lugar preferido para que los candidatos K desfilen por todos los programas políticos. Hasta Juancho Cabandie se presta a ir a debatir en el programa de Bonelli y Foster decide hablar del modelo en Palabras + Palabras -.

Qué nos queda decir del mínimo no imponible. Se decide subirlo, pero obviamente no se hace por ley. Tampoco tiene un ajuste automático y hasta tiene fecha de expiración.

Se ha cambiado el discurso, pero sin cambiar el discurso. Los malos siguen siendo los mismos malos, y los héroes siguen siendo quienes nos gobiernan. Esa parte nunca cambia, es la piedra fundamental en la que se basa el relato. Pero cambian los problemas, que ahora se aceptan.

¿Alcanzará esto para revertir el resultado del 11 de agosto? Los números parecieran indicar que la gente está cada vez más lejos de querer seguir profundizando la incoherencia.