Por: Jesús Acevedo
“Cargan con nuestros dioses y nuestro idioma, nuestros rencores y nuestro porvenir“. Joan Manuel Serrat.
Ya lo decía el maestro catalán. Todos nosotros, los “pequeños bajitos”, nacemos con una herencia, con una mochila que cargamos y que es muy difícil despegar.
Más allá de nuestras vivencias personales, nacemos en un mundo enmarcado y dividido en categorías mentales preestablecidas. Tal es así, que a veces nosotros mismos nos vemos en la necesidad imperiosa de encasillarnos en alguna. Es que claro: Está “la izquierda”, “la derecha”, “el liberal”, “el intervencionista”, “el facho”,“el zurdo”, “el progre” y “el conserva”.
Son categorías que recibimos, y muchas veces ni siquiera cuestionamos su actualidad, su representación, su vigencia o hasta su misma existencia.
Cada categoría ya viene predeterminada de fábrica, y hasta daría la impresión que trae un manual de cómo debemos comportarnos ante cada caso concreto. Todas ellas son rígidas, y su esencia pareciera descansar en una especie de “verdad revelada” que nos dice que jamás dejarán de existir, porque el mundo intelectual de la política así lo estableció. También nos relatan que son muchos los años que tienen de vida, y esa pareciera ser la razón de su inmortalidad.
Peor aún, si alguno se atreviera a cuestionarlas, o al menos a sugerir una posible actualización, sería acusado -por gran parte del mundo intelectual- de querer vaciar de contenido la política, de ser “un hueco” y de buscar de esta forma una política banal, más “light”, poco “profunda”.
Pero lo que pareciera ser inevitable, e innegable a los ojos de mucha gente -y sobre todo a los ojos de muchos jóvenes-, es el profundo choque que se está dando entre viejas categorías mentales rígidas y la realidad del pensamiento humano, que afortunadamente cada vez es más difícil de encerrar, más dinámica y fluida.
El presente -que ya es el futuro hace rato- nos encuentra en una constante evolución en lo que implica modalidad del pensamiento. Ya son pocos los que gozan estando enmarcados en determinados moldes y todavía son menos los que quieren fijar sus acciones a designios de viejas ideologías, que no los representan.
Hoy, la forma de entender la realidad que nos rodea, y la misma comunicación humana, es más amplia y rica. Se desborda en actualidad, y pareciera estar más cerca del deseo y la apuesta, que de la especulación y la obligación. Esta realidad, no admite de manera alguna encasillarse en debates y figuras del siglo pasado.
Seguir un manual de órdenes a rajatabla pareciera ser un freno directo a la creatividad y un ataque estratégico contra el espíritu libre, de quien se quiere pensar más allá de un decálogo de instrucciones.
En este mundo moderno, tan criticado por los que siempre suponen que “todo pasado fue mejor”, las figuras más innovadoras, no se han definido por ningún sesgo ideológico: Han sido hombres y mujeres prácticos, creativos y sumamente libres en su forma de pensar y de actuar.
Hoy, el mismo mundo pareciera bregar por una nueva agenda, donde los temas a tratar no pasen por falsas antinomias, sino por una mirada de futuro en temas claves para todos como la agenda verde, o las nuevas formas de comunicarnos entre nosotros… de entendernos.
Es cierto que todos recibimos una herencia, y estamos en un mundo más ideologizado que vivido, más teórico que práctico. Pero más cierto es, que existe un corto circuito entre las nuevas formas de pensar, trabajar y hasta vivir, que no se logran encerrar en nada, porque todavía no tienen límites.
Nuestra identidad política no la tenemos que buscar en ningún lado, la tenemos que pensar nosotros.