¿A quién le ganamos?, ¿contra quién perdimos?

Jesús Acevedo

Ayer 25 de mayo el aparato estatal-partidario que conduce los destinos de nuestro país se hizo presente en la Plaza de Mayo para celebrar “la década ganada”. Otros, por el contrario, lamentaron haber sido testigos y participes de “la década perdida”.

Pero ¿alguien se preguntó a quién es que le ganamos o contra quién es que la perdimos? Ganar, perder, son términos que tienen implícitos un tercero rival contra el cual se compite.

Es que en la misma pregunta pareciera estar implícita la respuesta. ¿Por qué? Porque esta nueva disyuntiva responde a la misma retórica binaria a la que ya estamos harto acostumbrados: “oposición-oficialismo”, “buenos y malos”, “populares y cipayos”, ahora agregamos “ganada y perdida”.  Retórica que responde a la lógica instalada por el gobierno nacional.

A veces pareciéramos ser fanáticos de la polémica y de la división. Aceptémoslo: a los argentinos nos gusta la discusión y muchas veces caemos en la peligrosa tentación de fragmentar, de segmentar entre blanco y negro. Nos gusta creer que el país es un ser independiente de quienes lo conforman, y por eso es que “gana” o “pierde”, pero la responsabilidad es siempre de otro ajeno a nosotros. Más cuando hay un gobierno empecinado en fomentar esta visión de país.

Hace años que venimos escuchando que el mundo complotó en contra nuestra, y siempre hemos perdido. Hasta que en 2003, “empezamos a torcer la balanza y empezamos a ganar”. ¿Qué pasa cuando la realidad nos muestra día a día que esto no es cierto? Nada, porque la realidad siempre queda en segundo plano. ¿Eso a quién le puede importar? A nadie, lo que importa es la impostura épica que moviliza a los militantes convencidos. Error, la gente vive en el mundo real, no en una ficción.

Más allá de cualquier análisis que se haga sobre los 10 años de mandato kirchnerista, yo propongo romper este esquema que se ha instalado, y buscar una posición superadora.

No nos quedemos solamente en la evaluación de lo que supo ser, y juntémonos para pensar el futuro en el que queremos vivir juntos. Estoy seguro de que encontraremos más coincidencias en los valores que nos unen, que disidencias en prejuicios o en falsos encasillamientos que no son más representativos.

Entrar en una nueva disyuntiva es hacerle juego a quienes buscan instalar esta lógica a cualquier precio, porque ven en la división una posibilidad de fragmentar, desunir y ganar.

La energía que tenemos como persona es solamente una y no es infinita. No podemos darnos el lujo de mal gastarla refutando obvias mentiras o falsos debates que sabemos que son especulativos, y tienen como fin inmediato estirar lo inevitable.

Trabajemos juntos en una alternativa de país donde todos los que creamos en una justicia independiente, en instituciones respetadas y en una prensa libre e independiente seamos los protagonistas de esta visión, sin ningún tipo de ataduras a viejas antinomias.

De esta manera sí podremos romper con el esquema binario y vamos a sentirnos parte de los resultados.  De esta manera vamos a terminar con falsas enemistades con el resto del mundo, porque no estaremos más en una competencia contra supuestos enemigos al país. De esta manera, nosotros vamos a ser quienes construyamos el futuro, sin pensar ¿a quién le ganamos?, ¿contra quién perdimos?