Por: Jorge Ramos
La pregunta es fácil. ¿Cómo promover el turismo en un lugar donde roban, violan, matan y secuestran? La respuesta es un baile, con un pasito p’alante y otro p’atras.
Empecemos por lo básico: México es un país geográficamente bendecido. Sin duda, México es uno de los lugares más bellos del mundo y, por lo tanto, digno de visitarse y revisitarse. Pero, al mismo tiempo, es una de las naciones más peligrosas. El promedio extraoficial de muertos por la narcoviolencia –que ronda en unos mil al mes– no se ha reducido significativamente con el nuevo gobierno del presidente Enrique Peña Nieto.
La reciente captura del líder del cartel de los Zetas, Miguel Ángel Treviño (alias el ”Z-40’’), es una gran noticia y un claro esfuerzo de coordinación policial. Era el segundo narcotraficante más buscado de México, superado sólo por el aún prófugo Chapo Guzman. Pero su captura no sugiere ningún cambio de estrategia en la guerra contra el narcotráfico. Al contrario, por ahora todo parece que será más de lo mismo. Presidente distinto, partido distinto pero misma estrategia.
Treviño está en la cárcel pero otros, tan terribles como él, ya lo reemplazaron. Además, esa captura espectacular no significa que los mexicanos y los turistas que viajen por México van a sufrir menos actos de violencia en carne propia. Peña Nieto no ha hecho nada todavía que actuara en forma distinta a su predecesor, Felipe Calderón, en materia de seguridad pública.
Aun así, México sigue siendo un país bellísimo con mucho que ofrecer a sus visitantes. Y eso es precisamente lo que me quería decir Ángel Aguirre, el gobernador del Estado de Guerrero, en una reciente entrevista en Miami.
Viene usted en una misión imposible, le dije de entrada al gobernador. Aguirre sólo sonrió. Rápidamente me habló del plan de un túnel en el puerto de Acapulco para descongestionar el tráfico; de un “vaporetto” (del tipo de Venecia) para cruzar la bahía; del seguro del sol (“si en un día no aparece el sol por lo menos tres horas, nosotros le reembolsamos” con una noche extra); y hasta de una campaña de publicidad con el cantante Luis Miguel.
Pero luego había que enfrentarlo con los datos. Guerrero fue el estado más violento de México en el 2012, según el Centro de Investigaciones para el Desarrollo, basado en el número de violaciones, secuestros y muertos. Y el año pasado Acapulco fue el municipio más peligroso de todo el país, informó el Consejo Ciudadano para la Seguridad Pública y Justicia.
Usted quiere que vayan visitantes a la ciudad más peligrosa y al estado más violento de México, le dije al gobernador.
“Yo no lo vería así”, me contestó. “Yo también le puedo mostrar cifras en las que se demuestra que la delincuencia ha bajado en un 40% en el puerto de Acapulco. No hemos tenido en los últimos meses incidentes mayores y la zona turística está perfectamente bien blindada”.
De nuevo, le di los datos. En febrero fueron violadas brutalmente seis españolas en la zona del puerto Acapulco. El pasado día asesinaron a 11 personas en Guerrero. Al día siguiente encontraron autos robados a la mismísima policía de Acapulco. La prensa está inundada de casos similares.
“Yo no dejo de reconocer que tenemos un problema muy serio, íntimamente ligado a las condiciones de pobreza y miseria en que viven muchos de los municipios del estado”, fue su respuesta. “Desafortunadamente se descuidó mucho el tema de la seguridad pública”.
Y luego aclaró que los violadores de las españolas fueron aprehendidos en una semana, que ha disminuido el robo de autos y que el operativo de seguridad en Guerrero está a cargo del ejército mexicano. “Acapulco está entrando en una nueva ruta”.
El gobernador, quien estaba en una gira de promoción por Estados Unidos, me recordó elocuentemente que muchos mexicanos se han enamorado, han dado su primer beso, han parrandeado y hasta han sido concebidos en Acapulco.
Tiene razón. Tengo muchos y muy buenos recuerdos de magníficas vacaciones ahí. Lástima que también recuerdo que en mi último viaje, hace dos años, encontraron en su principal avenida un auto con una cabeza sin orejas en el asiento de adelante y el cuerpo decapitado en el de atrás. Había también una nota de amenaza al gobernador. “No recuerdo exactamente ese caso”, me dijo. “¿Qué le puedo decir? Terrible”.
Dos carteles de las drogas se pelean el control de Acapulco, y eso se nota. Pero Aguirre dice que no se puede ni debe negociar con los narcos. “Lo peor que le puede pasar a un político es tener un vínculo con la delincuencia organizada”.
Tengo que reconocer que no todos los políticos hacen lo que el gobernador de Guerrero. Sabía que no sería una entrevista fácil y aún así la aceptó, y dio la cara. Eso se agradece, a pesar de haber venido en “misión imposible”.
Ninguna campaña de publicidad puede ocultar violaciones y muertes. Dejar de hablar de los muertos por la narcoviolencia, como es la nueva estrategia de comunicaciones de Peña Nieto, no significa que haya menos muertos. ¿Quieren más turistas en México? Muy bien. Pero hay que empezar por evitar las muertes de tantos mexicanos. Hagan eso y ya verán cómo Acapulco y todo México se llena de turistas.