Por: Jorge Ramos
Lo primero que noté de Henrique Capriles, el principal líder de la oposición en Venezuela, es que era tan flaco como yo y que le quedaba un poco grande la chaqueta que llevaba con los colores de la bandera. Pero me pareció un gesto atrevido. El ex presidente Hugo Chávez se vestía igual, con los colores nacionales, y Capriles no estaba dispuesto a cederle al fallecido caudillo ni la bandera ni la herencia del libertador Simón Bolívar.
Esto, sin embargo, no tiene nada que ver con la moda. La pregunta de muchos venezolanos es si Capriles, realmente, tiene lo que se necesita para llenar el puesto que tuvo Chávez por 13 años y para arrebatarle al actual presidente, Nicolás Maduro, el poder que se robó en las pasadas elecciones.
“Nosotros ganamos las votaciones del 14 de abril”, me dijo Capriles en una reciente entrevista en Miami, antes de partir de regreso hacia el estado Miranda, donde es gobernador. “Fue un proceso tramposo. El resultado oficial no corresponde a la realidad”.
Pero ni Capriles ni la oposición han podido convencer al mundo de que Maduro llegó al poder por un mayúsculo fraude basado en muertos que votaron, en votos asistidos, en amenazas y en un sistema totalmente controlado por el chavismo. “Para ganar las elecciones en Venezuela se tiene que hacer por nocaut”, reconoció. “Siempre hemos tenido el árbitro en contra”.
Muchos le han criticado a Capriles que no haya defendido su aparente triunfo con más fuerza. La asambleísta de la oposición María Corina Machado fue grabada recientemente diciendo que fue una “terrible señal” que Capriles hubiera suspendido una marcha de protesta tres días después de las elecciones.
Pero Capriles no se arrepiente de esa decisión. “Iban a matar a mucha gente”, me dijo. “Tenía información de que eso iba a ocurrir. El gobierno iba a generar violencia para que hubiese varios venezolanos asesinados”. Cierto o no, la marcha no se realizó y Maduro se quedó con la presidencia.
“Lo critican por débil”, le dije. No tardó en responder. “Puedo tener muchos defectos pero no ser débil”, me dijo. “Yo soy un convencido de que los cambios en Venezuela los vamos a lograr pacíficamente”. El dilema de Capriles es sencillo: él está convencido de que ganó. Entonces, ¿cómo saca del poder a los que le robaron la elección? Eso es lo difícil.
Descarta categóricamente un golpe de Estado contra Maduro. “No creo en las salidas militares”, aclaró. Pero no se va a quedar con los brazos cruzados. “El hecho de que seamos pacíficos no quiere decir que seamos pendejos”, dijo en un discurso en Miami. ¿Qué opciones le quedan? “Una constituyente, una enmienda a la constitución, un revocatorio”, me dijo. “Todas son opciones”. A largo plazo.
Capriles parece no tener prisa. Y eso desespera a muchos venezolanos de la oposición. Tiene 41 años y la convicción de que tarde o temprano va a ganar esta pelea. Capriles nació para ser presidente. Pero antes debe demostrar que tiene la inteligencia y la fuerza para desatornillar del poder a los antiguos allegados, socios y amigos de Chávez.
Desde los 11 años de edad, me dijo, “le interesaba la política”. Lo ha sacrificado todo. No tiene esposa ni hijos. Fue elegido diputado a los 25 años de edad y ya a los 26 se convirtió en el venezolano más joven en ejercer como presidente de la Cámara de Diputados. Pasó cuatro meses en la cárcel luego del intento de golpe de Estado contra Chávez en el 2002 pero fue absuelto de cargos –por supuestamente entrar a la embajada de Cuba sin permiso– en el 2006. Perdió ante Chávez en su última elección antes de morir. Y dice que le ganó a Maduro. Pero rehúsa llamarse “presidente electo”. Explica: “Yo fui electo por los venezolanos el 14 de abril y no cobré la elección por el secuestro institucional que hay en el país”.
“Yo no soy Andrés Manuel López Obrador”, me dijo, refiriéndose al candidato presidencial mexicano que se autonombró “presidente electo” en el 2006 a pesar de que los resultados oficiales fueron en su contra. López Obrador tampoco reconoció el triunfo del actual presidente Enrique Peña Nieto en el 2012. En ambos casos denunció un fraude. “López Obrador, lejos de encontrar una salida, entró en una dinámica anárquica. Ese no es mi caso”, me dijo el ex candidato presidencial venezolano.
Al terminar la entrevista, Capriles me hizo una doble predicción. “Cambia Venezuela democráticamente y cambia Cuba democráticamente”. Quizás. Pero antes Capriles tiene la difícil tarea de llenar la chaqueta que lleva con los colores de la bandera de Venezuela.