Por: Julio Burdman
Las recientes victorias de Jorge Capitanich y Juan Manuel Urtubey, además de contundentes -sobre todo, la primera de ellas-, confirman una tendencia social clave del peronismo en general, y del kirchnerismo en particular: su predominio político en el Norte Grande, el bastión que puede definir una elección nacional.
El Norte Grande, que es la suma del Noroeste y el Nordeste argentinos (NOA y NEA) comprende 10 provincias en las que vive algo más del 20% de la población del país. En términos del padrón electoral 2011 (que no es lo mismo que el Censo) representan el 20,5%. Me refiero a Formosa, Chaco, Misiones y Corrientes, en el este, y Salta, Jujuy, Santiago del Estero, Tucumán, Catamarca y La Rioja, en el oeste. El Norte Grande es la región de mayor crecimiento demográfico, y de continuar su tendencia ascendente, en algunos años se convertirá en el hogar de la cuarta parte de los votantes argentinos.
Para el FPV-PJ se trata, además, de la región en la que obtiene sus mejores resultados en las elecciones nacionales. Se trata, no casualmente, de una región que recibió importantes inversiones públicas y transferencias en la etapa kirchnerista, y ello generó una notoria lealtad electoral al oficialismo, al tiempo que cerró las puertas a la penetración opositora. En 2011, cuando Cristina Fernández de Kirchner alcanzó el 54,1% de los votos a nivel nacional, en estas diez provincias norteñas logró el 65,1%. O sea, 11 puntos más. Solo en La Rioja estuvo por debajo del promedio, mientras que en todas las demás superó el 60% y en algunas muy holgadamente, como Formosa (79,3%) o Santiago del Estero (82,1%).
Esta brecha favorable explica por qué el Norte Grande es clave para el oficialismo. En las presidenciales de 2007 y 2011 el FPV-PJ obtuvo dos de cada tres votos en la suma de la provincia de Buenos Aires y las provincias del norte. Ello le ha permitido compensar sus desempeños más débiles en la Curva de la Muerte kirchnerista, que es la zona electoral conformada por la Capital y las tres provincias de la región centro (fundamentalmente Santa Fe y Córdoba, ya que en Entre Ríos en general hizo elecciones aceptables). Esos cuatro distritos representan, sumados, el 29% del padrón nacional, pero de ellos proviene sólo el 20% del total de los votos kirchneristas. En esa franja geográfica desfavorable, el kirchnerismo pierde votos.
En cambio, en la provincia de Buenos Aires y el Norte Grande obtiene ganancias. Como podemos ver en la tabla adjunta, en 2011 el 40,8% de los votos kirchneristas provino del territorio bonaerense, y el 25% de las provincias del norte. En estas últimas estuvo su mayor rédito, pero no se vio tan claramente por tratarse de una elección caracterizada por el gran caudal de votos obtenidos en la provincia madre: nada menos que el 56,4% obtuvo el FPV-PJ en Buenos Aires.
Mientras tanto, en 2007 el kirchnerismo también ganó cómodamente la elección nacional en primera vuelta, habiendo obtenido 45,3% de los votos en el agregado nacional. Unos nueve puntos menos que en la elección excepcional, difícilmente repetible, de 2011. Y en esa oportunidad, el peso del Norte Grande se hizo sentir aún más: la provincia de Buenos Aires aportó el 37,9% de los votos oficialistas -casi tanto como lo que representa del padrón-, y las provincias norteñas el 27,1%.
¿Qué pasó, entonces, entre 2007 y 2011? Que el bastión electoral peronista del Norte Grande se mantuvo casi constante entre ambas elecciones (62% de esos votos fueron para el FPV-PJ en 2007, 65% en 2011) pero el voto bonaerense aumentó en más de diez puntos en ocasión de la reelección de CFK, explicando el crecimiento electoral total.
La elección del FPV en 2015 se parecerá más a la de 2007 que a la de 2011. Porque pese al declive que viene mostrando en las últimas semanas, el massismo bonaerense dividió parcialmente el voto peronista en el distrito más grande. Ello quiere decir que, mientras Sergio Massa esté afuera de la coalición kirchnerista, el candidato presidencial del oficialismo puede eventualmente llegar a hacer una muy buena elección en la provincia, pero no repetirá el desempeño de 2011.
Al mismo tiempo, todos los datos que llegan del Norte Grande -las dos elecciones a gobernador que ya se realizaron este año, y las tendencias que pronostican las encuestas- anticipan que el oficialismo mantendrá su predominio indiscutivo en esas 10 provincias, con lo que la incidencia norteña en la presidencial podría inclusive superar el 27,1% de 2007. Acercándose, de a poco, al 30%.
De estos escenarios, se desprende que para ganar en primera vuelta, el FPV-PJ tiene que lograr el mejor desempeño posible en las dos regiones electorales claves. Seguramente, quienes diseñan su oferta electoral hacen estas mismas cuentas y saben que ambas, la provincia y el Norte Grande, tienen que estar representadas en la fórmula presidencial. Scioli y Randazzo son bonaerenses, con lo que una parte del recorrido ya se hizo; falta, ahora, el nombre del Vice norteño.