Por: Julio Burdman
Otro de los famosos apotegmas del justicialismo, legado del propio Perón en sus últimos años, decía que “los peronistas somos como los gatos: cuando parece que nos estamos peleando, en realidad nos estamos reproduciendo”. Y hay algo en sus palabras que nos resulta familiar en la actual coyuntura económica. Porque cuando pareciera que el control de la política económica se le va de las manos, bien podría estar sucediendo que el gobierno está colaborando, voluntaria o involuntariamente, con la próxima gestión peronista.
Aunque algunas voces del oficialismo sigan sosteniendo que el cimbronazo del tipo de cambio fue provocada por “los mercados”, el debate tiende a saldarse: fue el gobierno quien, en el vacacional mes de enero, buscó un valor de equilibrio del dólar de alrededor de los 8 pesos, “enfría” la economía de los próximos meses vía tasas de interés, y trata de contener el traslado a precios de la devaluación.
El lanzamiento del plan ProgResAr y el anuncio del aumento en las jubilaciones -en rigor, algo que dispone la ley vigente- buscan atemperar los costos de la corrección macro sobre los sectores más vulnerables. Pero el timing de la devaluación -el anteúltimo verano del gobierno- y la trama política que la rodeó sugieren que la decisión pudo estar originada en un Ajuste Solidario Intertemporal Peronista (ASIP), motivada en dejar la situación un poco mejor para el próximo gobierno.
Hay tres elementos claves en este proceso político. El primero de ellos, al que nos hemos referido en varios informes anteriores, es que la expectativa de que el peronismo (fundamentalmente, nos referimos al conjunto de los peronismos provinciales y municipales) participe del próximo período de gobierno (sea éste una continuidad del kirchnerismo, o un postkirchnerismo de tonalidad peronista) es bastante alta, y esto se respira tanto dentro como fuera del oficialismo. El segundo, es que con la llegada de Capitanich a la Jefatura de Gabinete se abrió la puerta a un diálogo más fluido entre la Nación y las provincias. Y el tercero es que los principales aliados con que cuenta el gobierno para gestionar el ajuste provienen del interior de la coalición socio-política gobernante, y son los sindicalistas y los gobernadores.
Nos detenemos sobre este último punto, ya que se trata de los actores centrales para contener el traslado a inflación de la devaluación. Los grandes sindicatos aliados al gobierno, interesados en mantener los niveles de empleo, son clave para poder sostener una pauta salarial razonable en los términos de esta coyuntura. Y los gobiernos subnacionales son muy necesarios para lograr la mentada morigeración de la tendencia ascendente del gasto público. El gobernador Scioli, durante los días más calurosos del mes de enero, conversó con diferentes mandatarios provinciales para coordinar metas de aumentos salariales y niveles de gasto, portando el mensaje de Capitanich de que no hay lugar para ayudas del gobierno nacional.
“Sólo el peronismo puede gobernar la Argentina”, es el último de los grandes apotegmas justicialistas, y fue elaborado en los últimos años. Pues bien: si el gobierno argentino sale airoso de esta coyuntura crítica, estabilizando las expectativas devaluatorias y preparando gradualmente las condiciones para traspasar sin crisis la presidencia, entonces el apotegma estará cerca de confirmarse. Porque gobernar bien no es diseñar un buen plan, ni uno excelente, sino estar en condiciones de implementarlo. Si gobierno nacional, sindicatos, gobernadores y grandes formadores de precios coordinan decisiones mínimamente razonables, ¿estaremos asistiendo a un mini Pacto de la Moncloa, uno que en lugar de estar protagonizado por los diferentes actores políticos y sociales del país plural, se está cocinado dentro de la gobernabilidad peronista? Veremos.