Por: Julio Burdman
Argentina no está, propiamente hablando, en una crisis. En lo económico, no se registra ninguna de las situaciones de manual -recesión, hiperinflación, alto desempleo, cesación de pagos, desabastecimiento- y hay aún indicadores macroeconómicos fuertes para mostrar. Y en lo político, el oficialismo sigue siendo la principal fuerza política del país, con mayorías parlamentarias y aliados provinciales, y una indudable capacidad de implementar políticas y decisiones. De los gobiernos democráticos que tuvieron que afrontar una devaluación de la moneda, el actual es probablemente el más sólido de todos.
No obstante, está en una encrucijada. A las puertas de una crisis, si se toma el camino equivocado. Todas las fortalezas de la macro y el poder político-institucional aún vigentes, se licuarían si el dolar se disparase por encima del valor de equilibrio de alrededor de 8 pesos (o 10 para la compra, si sumamos el 20% de la AFIP) que el gobierno ha planteado. Si algunos operadores le ganan la pulseada al Estado, entonces la devaluación se habrá salido de manos. El valor de la moneda y la inflación serán impredecibles, y el conjunto de los actores económicos, para protegerse de la incertidumbre, remarcarán en grande o retendrán stock. Y ahí sí que estaremos en una crisis.
Por esa razón, porque hay algo que debe ser sostenido, es imprescindible que el gobierno lidere el proceso. La primera reacción, la de echar culpas a los especuladores, no fue la más atinada, porque transmite el mensaje de que el gobierno no está en control de la situación. Más bien, lo que hay que hacer es explicar lo hecho, defenderlo, plantear una visión y dejar claras las pautas. Lo que en este caso significa:
1. Sostener los precios. Está claro que el Estado no puede, por sí solo, monitorear las decenas de miles de precios de nuestra economía. Pero puede acordar, por un buen tiempo, algunos valores clave y con pocas bocas de expendio, como lo hizo con electrodomésticos. La devaluación no debe trasladarse a los precios.
2. Conducir las negociaciones salariales de 2014. El fantasma de la dispersión sindical no puede convertirse en un factor de irracionalidad. Una alternativa pueden ser las paritarias por 6 meses, acordando al 50% de la inflación de 2013. Si el dolar sigue estable, en la segunda mitad del año puede completar con otras expectativas -y las nuevas mediciones de inflación.
3. Morigerar el gasto público, o su tendencia al alza. Mientras no afecte salarios y subsidios sociales, y sus correspondientes actualizaciones, el gobierno está dispuesto a revisar proyectos.
4. Volver a movilizar a la propia base de oficialistas y los militantes. Muchos de ellos se sienten frustrados por el “giro pragmático” del gobierno. Pero contar con el apoyo de los propios es muy importante para los funcionarios que deben tomar las decisiones, bancarlas e implementarlas. La gran responsable de esta tarea, sin dudas, es la propia Cristina Fernández de Kirchner.
El gobierno tiene conciencia de que puede salir adelante. Pero todo lo anterior, requerirá altas dosis de ejercicio de liderazgo. La Presidenta, como se dijo varias veces, se ha “reinventado” en más de una oportunidad, “recuperando la iniciativa” con decisiones fuertes. Lo que esté pensando para esta ocasión, deberá también cumplir con la austeridad de buena parte de los objetivos anteriores.