Las Comisiones Investigadoras en el Congreso Nacional tienen una larga historia, con algunos jalones muy honrosos. Recuerdo la Comisión Investigadora del negocio de las Carnes, presidida por Lisandro de la Torre; la Comisión investigadora de la estafa de los niños cantores, o aquella formada por el escándalo de la venta de tierras del Palomar, entre otras.
La que se ha debatido en estos días en el Senado de la Nación –con media sanción de Diputados- y que va a ser tema de debate en la sesión de ese cuerpo la próxima semana, difícilmente se inscriba en esa historia recordable.
La iniciativa, revestida de buenas intenciones (es irreprochable perseguir investigar la fuga de capitales, la evasión de impuestos y las perpetración de estructuras ilícitas para defraudar al tesoro nacional), en realidad evidencia los graves incumplimientos de sus deberes por varios organismos.
Así, por ejemplo, la Unidad de Información Financiera, conducida por José Sbatella, tiene entre sus funciones, según la ley de creación, investigar los delitos de evasión tributaria y todos aquellos relacionados con el lavado de dinero. Cuenta para ello con personal muy especializado y acceso a una red de inteligencia financiera internacional (Grupo Egmont de Unidades de Inteligencia Financiera), que le brinda instrumentos, datos y personas hábiles para haber detectado aquello que ahora pretende investigarse mediante una Comisión Investigadora del Congreso. Por si esto fuera poco, el presupuesto de la UIF ha sido exponencialmente multiplicado por veinte entre el año 2007 y el presente, contando en el año en curso con 84,5 millones para el desempeño de su función.
Por su parte, el Banco Central y, particularmente, la Superintendencia de Entidades Financieras, tienen similares atribuciones legales y, desde ya, el denominado “expertise” para prevenir y detectar fugas de dinero y utilización de canales irregulares de movimiento de dinero. Más aun, los mecanismos de giro de divisas “negras” al exterior son conocidos en todo el mercado financiero, que sabe a qué representaciones de entidades financieras extranjeras acudir y a través de que casas de cambio y bancos es posible girar las divisas sin registración local. Es una realidad notoria, tolerada desde hace muchos años y a la vista de cualquier idóneo del mercado, con tanta visibilidad como la que tienen los “arbolitos” de la calle Florida y las estructuras a las que ellos conducen a los potenciales “clientes” para concretar operaciones “blue”.
De igual manera, la Comisión Nacional de Valores ha contado y cuenta con similares atribuciones y no menores idoneidades para detectar y alertar sobre fugas, evasiones, operaciones irregulares de contado “con liqui” y otras variantes “negociales” similares del mercado marginal de sustracción de divisas del país.
En definitiva, el Proyecto no debería ser de una Comisión Investigadora sino un pedido de enjuiciamiento político de José Sbatella, Vanoli, los distintos Superintendentes de Entidades Financieras que se han sucedido en los últimos años y los anteriores Presidentes del Banco Central.
Se atribuye a diversas personas la frase de que “un camello es un caballo diseñado por una Comisión”. No importa si fue Patton o el General Perón quien ideó idearon tan expresivo concepto. Pero sí es del General Perón aquello de que si deseamos que algo no se investigue encomendémoslo a una Comisión.
Reivindicando la honorable historia de las Comisiones del Congreso, sería bueno que esta cortina de humo fuese atribuida a una Comisión Extraparlamentaria. Lamentablemente, la imposición de las mayorías seguramente logrará otro resultado.