La recorrida cotidiana de los temas propuestos por los medios, si se realiza desde una mirada más profunda y meditada, nos pone en evidencia cuáles son los tópicos de la agenda electoral, cuáles son las urgencias mediáticas y cuáles claman una política de Estado. Y lamentablemente no coinciden: la agenda electoral y la de los medios deberían ocuparse de aquellas situaciones y necesidades de política de Estado.
O lo que es lo mismo, hoy, en tiempo electoral, deberíamos estar preocupados y ocupados en aquellas problemáticas esenciales para la nación, que demandan una respuesta y un programa con consensos esenciales, aunque con diferencias instrumentales. Se suele reconocer que Malvinas es un tema que inviste esa condición, como también lo puede ser la defensa de la presencia argentina en la Antártida o la soberanía hidrocarburífera. Y poco más.
El Poder Judicial es -en rigor, debería ser- un tema de política de Estado. El Poder Judicial que tenemos necesita ser profundamente reformado y repensado. No solo por su condición de poder no originado en el voto ciudadano, sino porque debe cumplir una función que solo si la lleva a cabo eficientemente, estará legitimada: la tutela concreta y activa de los derechos fundamentales.
Sin embargo, a pesar de esa necesidad, semana tras semana, ocupa los diarios por situaciones vergonzosas o escandalosas. Leemos sobre la edad de un ministro de la Corte y no nos ocupamos debidamente de la integración de ese Tribunal ni de una detenida reflexión sobre qué Corte necesitamos.
Esta semana, fue la escandalosa aplicación inmediata de una ley de subrogancias que hemos votado (con dictamen en minoría) para colocar urgentemente un juez sustituto en un proceso que el Ejecutivo quiere resolver de una manera determinada.
Al lado de esa situación deleznable, otra también indecorosa: un juez subrogante (irregularmente elegido como tal) que clama por permanecer y hasta redacta para ello una acción de amparo.
Sería bueno recordar que la ley de subrogancias intenta remediar transitoriamente las demoras del Consejo de la Magistratura en la designación de los jueces.
Los problemas del Poder Judicial no son estos. Los señalados son los síntomas de su enfermedad.
El Poder Judicial que necesitamos es un poder sano, que no se piensa meramente declamando el Estado de derecho, la República ni tantas otras grandes palabras. El papa Francisco nos llama a criticar los paradigmas vigentes y las actuales formas de poder, a buscar otro modo de entenderlos. El poder que es custodio de los derechos fundamentales (los derechos humanos) es un protagonista esencial en esa reflexión. De hacerlo, cesará de estar en los diarios como escándalo para aparecer como buena noticia.