Nuestro país lleva más de una década de crecimiento económico, cuestión que merece ser reconocida pero que resulta insuficiente para hablar del bienestar de una sociedad. Es necesario empezar a discutir el modelo de desarrollo y en esa discusión, las pyme y las empresas de la economía social deben tener un rol protagónico. El crecimiento económico consiste en aumentar la producción local pero discutir un modelo de desarrollo implica un desafío mayor, construir una estrategia para mejorar la calidad de vida de una sociedad, y esto no es posible simplemente aumentando la producción. Las teorías del derrame económico han quedado rebatidas en contadas oportunidades. El desarrollo es un complejo entramado de relaciones de producción y sociales que deben garantizar la ampliación de la capacidad de satisfacer las necesidades legítimas de los ciudadanos de una comunidad y no puede constituir una receta única ni meramente traducirse en ser competitivos. Debe incluir a toda la sociedad, pensando las características y necesidades de ésta.
El trabajo es una forma de inclusión y es en ese punto es donde las pyme y la economía social en su conjunto han dado prueba de efectividad. Entre micropyme y pyme aportaron el 59% de la creación de empleo privado registrado en el período 2003-2012. En el caso de la economía social podemos tomar como indicador el medio millón de efectores sociales. Es importante resaltar que a diferencia de las grandes multinacionales estas empresas no pueden surgir sin un profundo arraigo territorial, que se puede traducir en desarrollo local. Entre algunas de las ventajas de estas empresas a nivel local están: la reinversión de sus excedentes en el lugar donde se encuentran y la mitigación de los procesos de éxodo de la población hacia las grandes ciudades (sobre todo de los más jóvenes) por falta de oportunidades entre otras.
Es por ello que no podemos esperar la mera coordinación del mercado, es decir que a través de la oferta y demanda se construya un modelo de desarrollo inclusivo. Primero, porque no existe el libre mercado, la economía tiene actores y estos siempre actúan en búsqueda de mejorar sus ganancias. Segundo, porque mientras el Estado interviene en el mercado con una determinada política pública con objetivos sociales, una gran empresa también lo hace con lobby o stockeando mercadería para producir variaciones de precios que la beneficien.
Por ello es central el rol del Estado en la construcción de un modelo de desarrollo, sobre todo de la inclusión en éste de pyme y de la economía social. Sin embargo, no se trata simplemente de financiar emprendimientos productivos con espíritu emprendedor sino crear una red de instituciones que puedan fortalecer este tipo de producciones. Si no existe un real apoyo del Estado, este tipo de empresas se convierten en anexos de grandes empresas abaratándoles los costos laborales y los riesgos de producción gracias a la tercerización de las partes del proceso de producción menos productivas. Esta situación también genera que las pequeñas empresas compitan para brindarle servicio a las grandes, muchas veces compiten a través de reducción de precios que luego se traducen en peores condiciones de trabajo para sus empleados. Es por ello fundamental la acción del Estado: organismos de apoyo, desarrollo de incubadoras, aportes de capital inicial y reformas institucionales que faciliten el surgimiento, funcionamiento y desarrollo de este tipo de experiencias entendiendo las características propias de éstas.
La estrategia asociativa y de cooperación para lograr el desarrollo no es utópica, se está construyendo. A escala macro se puede ver en la estrategia de integración regional, donde hay países que ya realizan intercambios no monetarios como el caso Venezuela- Cuba en búsqueda de complementariedades y no de competencia. A pequeña escala, por ejemplo, la integración de cadenas productivas constituidas enteramente por empresas de la economía solidaria, logrando en algunos casos exportar. Esta integración permite en ramas como la indumentaria, donde en general la marca es quien se lleva la mayor parte de la ganancia y explota a productores de algodón y pequeño talleres (incluso habiéndose descubierto talleres esclavo de grandes marcas), lograr mejores condiciones para todos los que participan en la producción. Es por esto central que los actores de estas empresas (cooperativas, pyme, micropyme, empresas familiares, entre otros) se reconozcan como actores políticos, económicos y hacedores de políticas públicas para que sean ellos parte de la construcción de ese modelo de desarrollo.