Por: Luciana Díaz Frers
Los números de la provincia de Buenos Aires lucen complicados estos días. Sin embargo, una mirada de más largo plazo permite ver que la provincia está logrando reducir su deuda desde 2002, si se la mide como porcentaje del Producto Bruto Geográfico (PBG) o de los impuestos provinciales.
Stock de deuda de la provincia de Buenos Aires como porcentaje de PBG
Fuente: datos de la provincia. (P) Proyectado. (E) Estimado por CIPPEC con datos de deuda hasta septiembre de 2012.
Vale admitir que esta disminución de la deuda bonaerense no hubiese sido posible sin el Programa Federal de Desendeudamiento Provincial de 2010, medida impulsada por el gobierno nacional para aliviar a las provincias más endeudadas.
Pero también se observa un esfuerzo por el lado de la provincia. Del lado de los ingresos, la gestión en la provincia viene aumentando su recaudación (a través de Ingresos Brutos, impuesto inmobiliario, automotor, sellos, etc.) a un ritmo que duplica o triplica el ritmo de crecimiento de su deuda en los últimos años. Del lado del gasto, es notorio el peso del gasto en educación, que se lleva el 36% del total, y convierte así a esta provincia en la que más porcentaje de su presupuesto dedica a esta función social.
A pesar del esfuerzo, la provincia de Buenos Aires tiene una situación fiscal estructuralmente complicada. Es la única provincia que no logró tener superávit en ninguno de los últimos cinco años, a pesar de algunos años de tasas chinas de crecimiento. Hay que advertir que algunos factores que beneficiaron a otras provincias no tuvieron el mismo efecto en la provincia de Buenos Aires. Por ejemplo, los altos precios de las commodities de los últimos años beneficiaron a las provincias que cobran regalías, suerte que no corre esta provincia. Y de los beneficios del agro, ventaja relativa de la provincia, se apropió el gobierno nacional a través de las retenciones. Tampoco es una de las provincias beneficiadas por el sistema de coparticipación: Buenos Aires alberga al 40% de la población del país, pero recibe sólo el 20% de las transferencias automáticas provenientes de Nación.
Resultado financiero de las provincias como porcentaje de sus ingresos totales
Fuente: Dirección Nacional de Coordinación Fiscal con las Provincias.
Mirando con anteojeras, la solución parecería ser una reforma al laberinto de la coparticipación. Pero dada su compleja viabilidad política -porque supone el consenso de las 24 provincias, el gobierno nacional y una mayoría especial en el Congreso- y aprovechando la concentración de recursos en manos del gobierno nacional, hay alternativas para una redistribución más equitativa del gasto. Ello de alguna manera se logró a través del Fondo de Desendeudamiento de las provincias, pero lo ideal sería hacerlo sin generar el riesgo moral que las quitas de deuda pueden conllevar.
Una forma de salir del laberinto es, entonces, imprimir mayor racionalidad a las transferencias no automáticas del Presupuesto Nacional. Es decir, que la asignación geográfica del gasto corrija las injusticias del diseño actual del federalismo. Para ello, sería necesario un enorme esfuerzo de reasignación del gasto nacional por parte del gobierno nacional, en función de criterios que respondan a las necesidades de cada jurisdicción en las distintas funciones de gasto.
Además de asignar el gasto con mayor nivel de equidad, es clave aumentar la transparencia de su asignación, en un contexto en el que desde 2012 el gobierno nacional ya no publica cómo distribuye el gasto entre las provincias.