El garanto-abolicionismo siembra, Piombo y Sal Llargués recogen

Marcela Dal Verme

El horror otra vez caló hondo.

Un niño de 6 años ha quedado nuevamente expuesto a la reincidencia de su violador y pedófilo ya que dos “cualquiera” decidieron liberar bajando la pena al responsable de la barbarie cometida.

“Cualquiera” para no ofender a la Justicia llamándolos jueces.

“Cualquiera “para no menospreciar la ley escrita llamándolos representantes de la ley.

Son en realidad dos cualquiera de nombres Piombo y Sal LLargues que bajo función de jueces cometieron el peor de los delitos: desproteger a un menor en su condición de múltiples vulnerabilidades.

Siniestros, pero no inocentes. Y si el inconsciente los traiciona, develar su contenido es desnudarlos ante el colectivo social para saber de qué se trata. El concepto freudiano del “retorno de lo reprimido es en este caso la manera flagrante que tiene la causa de Piombo y Sal Llargues para dejar en descubierto demasiados cabos sueltos.

Por ejemplo: ¿qué hacemos con la “estigmatización” del niño homosexual, de 6 años, que preocupa a Zaffaroni sobre los reos para que le asistan garantías proteccionistas del delito y no sobre las víctimas?

Si lo consideramos homosexual ¿no hay delito de violación contra los homosexuales?

Si consideramos que “estaba acostumbrado” a este tipo de acceso carnal por parte de su padre preso por pedófilo ¿no hay pedofilia porque fue abusado antes en reiteradas ocasiones y eso lo transformó en homosexual?

¿Los homosexuales devienen del maltrato sexual infantil y entonces son enfermos o es una libre elección de objeto?

Los homosexuales ¿están fuera de la estandarización del padecimiento del abuso sexual por el sólo hecho de serlo?

Un niño de 6 años ¿puede ser considerado homosexual?

Si fuera así ¿se lo da de baja como caso perdido o se lo respeta por su libre elección?

Con tanta impunidad, queda en evidencia que el abuso de autoridad con un fallo agraviante a la subjetividad de la víctima es, ni más ni menos, la manera simbólica de ejercer la misma violencia que el acto de violación del reo incluye.

¡Asco! Proclamó la opinión pública frente a este “fallo polémico”.

¿Polémico sería cortarle la mano a un ladrón en este occidente cultural social?

¿Polémico sería lapidar una mujer por adúltera en este occidente cultural social?

¿O más bien sería barbarie?

¿No es barbarie un fallo que libera a un perverso con alta probabilidad de reincidir contra la misma víctima u otros que pueden ser niños o pobres u homosexuales según la manifestación de su deseo en el momento que se produzca?

Si antes este mismo dúo había manifestado que violar a una niña de clases sociales “bajas” no tenía el mismo valor de delito porque en esos sectores empiezan antes a tener vida sexual por lo tanto sirvió de atenuante de pena también ¿que se podría esperar en este caso?

Esta vez no hay niño homosexual, en este caso, sólo hay una niña que ya fue objeto sexual así que ni vale la pena la “pena misma”.

Queda entonces a la vista que este dúo siniestr, usa sus herramientas para perpetuar su propia perversión en fallos de contenido sexual infantil haciendo que no pueda evitarse lo que de ellos hay en estos fallos: su propia perversión, violencia, discriminación y dudosa identidad propia. Y si bien los asiste la libertad de elección en sus vidas privadas, no puede deslizarse su ideología represora y prejuiciosa en fallos escandalosos que absuelvan a bárbaros pedófilos.

Esto es su propia condena social, lo que retorna de su represión y es inconfesable para su conciencia. Una prueba más de que el garanto-abolicionismo zaffaroniano y sus seguidores ha menoscabado al sujeto como tal: si por niño, si por precoz homosexual, si por pobre, no vale en igualdad de condiciones para la ley, si lo que tiene que ser cuidado puede ser profanado, entonces es Zaffaroni, autor de estas ideas, el que tiene que decir qué se hace con niños, homosexuales y pobres cuando la ley no los protege.

No sería raro que, ante el pedido de juicio político lo veamos como con Axel López, sentado como defensor privado de los “pobres magistrados”, para ejercer una vez más el aberrante garantismo abolicionista que pergeñó.

Deberíamos quedarnos con lo que tenemos, lisa y sanamente: “la Constitución garantiza la seguridad de todos los habitantes en su artículo 18″

Cualquier exaltación de garantía y abolición está inclinada a beneficios políticos manipuladores que populistamente creen que la gente es sólo masa votante. También son personas con su propia subjetividad para pensar y decidir.