El secretario de Programación para la Prevención de la Drogadicción (Sedronar), Juan Carlos Molina, anunció el envío de un proyecto de ley al Congreso Nacional para plantear la “no criminalización” del consumo personal de drogas y admitió que, en la lucha contra el narcotráfico, no se atrapa a grandes narcos sino “a los perejiles”. “Lo que estamos buscando es poner en la legalidad lo que ya es un hecho legal porque hoy el que consume, por varios fallos de la Corte Suprema, no va preso supuestamente…”
Cada semana, el Gobierno propone algún nuevo disparate para distraer la atención pública durante siete días.
Por lo general, estos dislates, son enunciados por funcionarios de segunda, tercera y hasta cuarta línea del Poder Ejecutivo (Viceministros, Secretarios Nacionales, Directores Nacionales, etc.)
Obviamente, con el aval de sus superiores, lanzan al éter mediático todo tipo de propuestas absurdas para evaluar el impacto en la sociedad vía encuestas de opinión o sondeos de imágen, para obligar a expedirse sobre el tema a los precandidatos presidenciales o a las gobernaciones, para medir la “lealtad” o la “traición” de los integrantes del espacio político gobernante o, simplemente, para distraer a la comunidad toda con una “cortina de humo”.
En este caso, llama poderosamente la atención que sea el titular del organismo nacional de lucha contra las adicciones (Sedronar) el que proponga la legalización del consumo de sustancias psicoactivas…
Confunde peligrosamente el locuaz funcionario la no criminalización del adicto con la legalización del consumo de drogas.
Minimiza el sacerdote la incidencia directísima del consumo de estupefacientes en el aumento del delito y en el incremento de la violencia en casi todas las formas de comisión criminal.
En una simplificación adolescente, Molina vuelve a la carga con la trillada “solución argentina” para enfrentar al narcotráfico internacional: “legalizar para arruinar” el negocio ilegal del comercio de sustancia psicoactivas.
Rara paradoja la de un Gobierno que dice odiar al capitalismo pero propicia una solución de libre mercado para dejar el comercio de drogas en manos de las leyes de la oferta y la demanda…
Por supuesto, lo que nunca dijeron los sabelotodo de la solución vernácula es dónde comprará “legalmente” el consumidor de drogas la sustancia a la que es adicto. ¿Quién controlará el expendio? ¿Cuál será el origen del tóxico? ¿Acaso el Estado producirá cigarrillos de marihuana, clorhidrato de cocaína, drogas de diseño, etc.? ¿Habrá ‘mesas de saldo’ para el paco?
Demasiadas preguntas. Pocas respuestas. Mucha incoherencia.
Aunque, si de incoherencias se trata, la presente sólo sería… ¡una más!
Tal vez, para entender acabadamente la propuesta, habrá que fumar unos gramos de cannabis sativa durante el estudio del proyecto.