La Procuración General de la Nación acaba de firmar un convenio con la Sociedad Argentina de Gestión de Actores Intérpretes (SAGAI) para colaborar en la formación de los fiscales que tengan que actuar en los futuros juicio orales y públicos, a partir de la puesta en funcionamiento del nuevo sistema procesal penal a nivel nacional.
A simple vista parece lógico y plausible el proyecto. Pero, ¿es el proceso penal una ficción teatral o televisiva? ¿O necesita uno de sus protagonistas clases de actuación?
Las respuestas negativas fluyen sin esfuerzos. Respeto profundamente la profesión de actor. Gracias a ellos disfrutamos del arte escénico de manera única. Nuestros sentimientos afloran frente a las pantallas de cine y televisión o en los escenarios teatrales con sus interpretaciones. Aunque, la Justicia y su administración es otra cosa.
Saber hablar en público. Pronunciar las eses. No repetir “viste”, “a ver”, “nada” o “en definitiva”, entre otras muletillas, está muy bien.
Pero los fiscales -y los defensores- no tenemos que cautivar al público o seducir fans, sino convencer a los jueces o a los jurados populares de nuestras respectivas pretensiones procesales.
Para convertirnos en Jim Garrison, de JFK o en Jack Mc Coy, de Law & Order, están las academias de Bellas Artes o el Actors Studio de NYC.
Por otra parte, el paradigma de los juicios orales que vemos por cine o televisión no tiene absolutamente nada que ver con lo que sucede en nuestros procesos orales.
No hay jueces togados, ni pelucas medievales, ni escritorios lustrosos como un vidrio, ni alguaciles, ni martillos, ni martillazos… Los jueces no ladran como bulldogs a las partes y los abogados no decimos “protesto, su señoría”.
Sigamos disfrutando de las series y las películas de jueces y abogados. Pero separemos realidad y ficción.
Es lo que se merece el justiciable. Único destinatario de nuestros aciertos y desatinos.