El año que recién comienza será un año bisagra entre dos ciclos cortos: los dos años del comienzo y los dos años del final del segundo mandato de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner. Por lo tanto, 2013 configurará el marco en el cual se dilucidará de qué forma se dará la salida de este gobierno hacia otro presidente o presidenta; siempre y cuando, claro, el 2013 no sea el año en el cual se generen las condiciones para la extensión de este mismo mandato por la vía de una reforma de la constitución. La resolución de esta dilemática depende en gran medida de cómo la realidad responda cinco preguntas claves.
1. ¿Cuál será el resultado de las elecciones de octubre de 2013, y de las primarias abiertas, simultáneas y obligatorias (PASO) que las precederán? Políticamente, esta es la principal pregunta de este año. Si el Frente para la Victoria logra un resultado en las elecciones legislativas que aumente aunque sea ligeramente su representación parlamentaria (y que, sobre todo, no la disminuya) y si además se mantiene la extrema fragmentación opositora en el Congreso, la presidenta podría tratar de impulsar una reforma constitucional. De darse otro resultado, esta vía quedará casi seguramente clausurada.
2. ¿Cuál será la cifra de crecimiento económico del 2013? La respuesta a este interrogante es sin dudas la condición de posibilidad para el punto anterior. Por diversas razones, la suerte electoral del kirchnerismo parece estar correlacionada con el dinamismo de la economía, ya que la única derrota electoral del decenio kirchnerista coincidió con un año de bajo crecimiento económico, el 2009. No cabe duda entonces de que las perspectivas electorales dependerán en gran medida de la percepción que haga el electorado de la evolución de la economía (incluyendo por supuesto aquí la evolución de variables como creación de empleo, salarios e inflación). Sin dudas la gestión económica será la prioridad número uno del gobierno, y se espera que se apueste a sostener el consumo interno y probablemente a activar la obra pública antes de las elecciones. Del éxito en manejar estas
variables depende mucho del año político.
3. ¿Cuáles serán las fórmulas de gobernabilidad para una Argentina que no crece a tasas chinas? Los pronósticos económicos para el año que viene son marcadamente divergentes, pero aun los más optimistas marcan un techo para la tasa de crecimiento de entre el cinco y seis por ciento. Esto sería, en sí, un logro no menor para el país en un año en el cual Europa ya anunció que no espera salir de la recesión y en el que Estados Unidos probablemente también recortará el gasto público.
Pero en nuestro país la historia dice que la dinámica política se “recalienta” rápidamente sin el lubricante del alto crecimiento económico. Esto no es un dato de hoy, sino que viene por lo menos desde las primeras décadas del siglo XX. La Argentina continúa hoy con una alta tradición de conflictividad social y una muy activa puja distributiva. El sector trabajo, el sector empresario, los pobres territoriales y desempleados cuentan con diversos mecanismos de presión hacia el sistema político. ¿Seguirán los empresarios optando por la no inversión como manera de presión política? ¿Escalará el conflicto sindical? ¿Cómo se manejará la política social territorial, que, como vimos con los saqueos de fin de año, es clave? De cómo se conduzcan estos conflictos dependerá mucho el clima político de este año.
4. ¿De qué manera se reconstruirá la relación entre presidencia y poderes territoriales dentro del FpV? En los primeros dos años de su mandato Cristina Fernández de Kirchner buscó consolidar un poder más centralizado, amparada por sus inéditos resultados electorales del 2011, y la amplia brecha de imagen positiva entre ella y las otras figuras. A diferencia de las presidenciales, las elecciones legislativas sin embargo se juegan de manera diferente en cada uno de los territorios y no resulta tan sencillo manejarlas centralizadamente. Por otra parte, hay una serie de figuras territoriales de otra generación (Scioli, Massa, otros gobernadores y algunos intendentes) que están comenzando a dar señales de que consideran que ya llegó su hora. Mucho depende para la suerte electoral del FpV de hasta qué punto la presidenta intente establecer con ellos una relación más vertical, o se abran espacios para negociar y compartir poder.
5. ¿Logrará la oposición articular un discurso económico coherente? Esto último ya ha sido dicho antes, pero vale la pena repetirlo. La oposición necesita reemplazar su línea republicana de crítica al gobierno por algún tipo de discurso centrado en su propuesta de gestión económica. Sobre todo, necesita (si desea ganar) replantear su estrategia, por la cual las figuras opositoras compiten entre sí para ver quién grita “viene la dictadura” más fuerte. Es claro que la mayoría de la sociedad no considera a este gobierno una dictadura, lo cual no significa que lo admiren o estén de acuerdo con él, o que lo vayan a votar siempre. Pero si quieren crecer, los dirigentes opositores deben intentar convencer necesariamente a por lo menos algunas personas que en 2011 votaron a Cristina Fernández de Kirchner, y es probable que argumentos del tipo “todos los que votaron a este gobierno son comprados o cómplices” no sea recibido en buenos términos. Más aún, la implosión electoral de figuras como Elisa Carrió o Eduardo Duhalde ya deja en claro que la sociedad en general no tiene paciencia para discursos apocalípticos. La Argentina es hoy una democracia razonablemente consolidada, y la sociedad espera poder optar entre diferentes visiones de lo común y de lo público, diferentes figuras dirigentes y diversos programas de gobierno; a la oposición le espera mucho trabajo en estas áreas si quiere derrotar a un espacio político que, aún con el desgaste de diez años de gobierno, cuenta con un liderazgo fuerte, con una base de apoyo propia, y con experiencia de gestión.