Sergio Massa ha culminado de manera exitosa el lanzamiento de su candidatura a diputado nacional. Manejó los tiempos y creó suspenso; armó una lista amplia con varias incorporaciones sorpresa; logró el apoyo de varios medios opositores e inclusive del PRO. Según dicen las encuestas, la lista de Massa pica en punta para la elección, con una intención de voto que supera por algunos o varios puntos (según sea la encuestadora) a la lista del FPV encabezada por Martín Insaurralde.
Sin embargo, no hay que olvidar que la campaña para presidente en 2015 recién empieza y que la política en Argentina, más que variable, es enloquecida. El hecho de que Massa esté arriba de las encuestas en este momento lo posiciona bien para el 2015, pero no garantiza su victoria de antemano. Si se duda de este axioma, sólo hay que revisar el puñado de políticos opositores que parecían seguros ganadores en su disputa con el kirchnerismo, sólo para ver su destino evaporarse más allá de su control. El mejor ejemplo de esto es Julio Cobos, que en 2008 fuera aplaudido en la vera de ruta en su vuelta triunfal a Mendoza luego de su voto no positivo y que sin embargo no pudiera ni siquiera presentarse a las elecciones del 2011; también habría que sumar aquí a figuras como Francisco De Narváez, José Manuel De La Sota, Hugo Moyano y Mauricio Macri. De Narváez le ganó una elección legislativa al propio Néstor Kirchner y Macri derrotó ampliamente al kirchnerismo en su distrito no una sino dos veces. Sin embargo, hoy por hoy ninguno de estos dos parece tener destino de presidente. Sergio Massa hasta ahora ha demostrado tener más carisma, más ambición y más astucia política que los opositores anteriores, sin embargo, su proyección nacional depende de cómo resuelva dos desafíos.
El primero ha sido mencionado por varios analistas, y tiene que ver con su capacidad de seguir una línea media discursiva entre
kirchnerismo y antikirchnerismo. Correctamente, Massa apunta a posicionarse como la superación, no la oposición, al kirchnerismo, es decir, a “continuar lo bueno mejorando lo malo”; el problema sin embargo es que en un contexto en el cual los actores principales (sobre todo los sectores económicos más opositores y los editorialistas de ciertos medios) no pueden escapar a una lógica de polarización extrema, se le hará difícil a Massa caminar por este camino medio; por el caso, ya hemos visto varios llamados de figuras políticas y periodistas para que Massa “se defina” como opositor; este ánimo más cerril se ha visto en las declaraciones poco afortunadas de algunas de las figuras que están incluidas en su lista.
El segundo es un desafío diferente, y tiene que ver con lo que pase luego de octubre de este año. Sin duda, el aspecto más riesgoso de la apuesta de Massa es su decisión de abandonar un cargo ejecutivo para dar el salto a un cargo legislativo. Sin dudas, Massa va a ganar su cargo de legislador nacional, ya sea que salga primero o segundo en las elecciones; el riesgo, sin embargo, es que cambie un lugar con connotaciones de gestión y dinamismo para pasar a ser un diputado entre decenas. No es fácil dar una imagen de actividad, resolutividad y gestión individual desde la Cámara de Diputados, en donde la alternativa parece ser optar por el trabajo legislativo con una orientación más colectiva (como Agustín Rossi) o por la discursividad testimonial pero vacía de gestión de Elisa Carrió. Eso sin mencionar lo mal que le sentó a Francisco De Narváez la tarea legislativa, en la cual se invisibilizó completamente. No es fácil, más bien es casi imposible, lograr que el Congreso apruebe leyes propias cuando uno no forma parte del bloque mayoritario en ninguna de las Cámaras; sin embargo, aunque sea claro que Massa no apunta a eternizarse en el Congreso, será un error suponer, como hizo De Narváez, que los votantes le permitirán ocupar una banca por casi dos años y no mostrar alguna iniciativa legislativa propia en el camino a la presidencia.
Pero Massa no tiene, para esto, un camino fácil. Si plantea alguna agenda legislativa propia, por más simple y pequeña que sea, tendrá dos caminos: primero, lograr sumar votos del FPV, por lo lo cual será acusado de kirchnerista; segundo, unificar detrás de sus proyectos a todos los diputados opositores, con lo cual deberá sin duda extremar su discurso antigobierno. Esta disyuntiva era más fácil de evitar quedándose en su ya probado y vistoso lugar de intendente de Tigre. En definitiva, y por más que Massa jure y perjure que no renunciará a su banca, existen fuertes incentivos para que lo haga.