Una vez definido el lanzamiento de Sergio Massa y la candidatura de Martín Insaurralde, la noticia más relevante de los días pasados fue el regreso del gobernador de Buenos Aires al kirchnerismo.
Así, recientemente se vio a Daniel Scioli participar en varios actos de campaña con Martín Insaurralde, filmar con él un spot publicitario en el que se enfatizaba la relación cálida entre ambos, reunirse con setenta intendentes de la provincia de Buenos Aires que firmaron una carta de apoyo a la fórmula del FpV, y finalmente dar un discurso en un encuentro de gobernadores del PJ en Ezeiza en el que afirmó emotivamente, mirando un retrato de Néstor Kirchner, “Flaco, conmigo no te equivocaste”, para el aplauso enfático de todos los presentes.
Decimos que esto marca el regreso de Scioli al kirchnerismo, dado que en los últimos dos años por lo menos Scioli coqueteó una y otra vez con dar el paso para la ruptura definitiva con el gobierno y pasar a intentar encabezar la oposición. De allí ciertos gestos como sus partidos de fútbol con Macri, sus fotos con Hugo Moyano, o las negociaciones de sus enviados con Francisco De Narváez y el mismo Sergio Massa.
Por supuesto, resulta fácil hacer una lectura estrictamente instrumental de este regreso al redil y decir: dado que Massa fue más decidido y dio el salto primero, a Scioli no le queda otra que volver para atrás y sobreactuar su kirchnerismo.
Es posible que así sea; ciertamente, Daniel Scioli es un político profesional con ambiciones que mide sus acciones de acuerdo a la ley de costo-beneficio para con su carrera individual. Sin embargo, resulta difícil para los que lo miramos estrictamente como espectadores sacudirnos la sensación de que Scioli se siente genuinamente más cómodo en su ¿nuevo? papel de hijo pródigo que en el rol de opositor encarnizado. Sus frases de afecto y respeto hacia la figura de Néstor Kirchner suenan auténticas, y nadie puede negar el entusiasmo y el compromiso personal que Scioli ha puesto en esta campaña, aun con el riesgo que esto trae: no siendo Scioli candidato a nada y estando el FpV empatado o levemente abajo en las encuestas, tal vez lo más razonable habría sido intentar no involucrarse en una elección de resultado incierto.
Viendo a Scioli hablar en el podio, queda la impresión de que él siente sinceramente que puede (tal vez incluso que debe) ser el herededo de este proceso; después de todo, como él dice, ¿quién más fue elegido tantas veces por Néstor Kirchner, para tantos cargos de importancia? No hay que olvidar que Scioli mostró su lealtad en otros momentos cruciales: estuvo en todos los actos del gobierno durante en el conflicto por la 125, fue candidato en la lista que fuera finalmente derrotada en 2009, mientras que otros políticos de renombre se negaron a hacerlo, y se hizo presente en los funerales de Néstor Kirchner. Pareciera haber algo de alivio en Scioli de finalmente poder recuperar esta historia, más que negarla.
En definitiva: ya sea sólo por cálculo o por una combinación entre cálculo y emoción, Daniel Scioli se encuentra hoy en la posición de estar jugándose todo a ser aceptado como el hijo pródigo del kirchnerismo, y tal vez, su heredero. No es una demanda irracional de su parte, pero en este país los regresos nunca han sido fáciles.