Por: Mariano Narodowski
En ocasión de un masivo acto en Plaza de Mayo, durante mi brevísimo paso por la función pública y donde se celebraba el compromiso con la educación, distintas personalidades se ponían un guardapolvo blanco como manera de simbolizar este compromiso. Así, desde el Jefe de de Gobierno Mauricio Macri y la entonces Vice Jefa Gabriela Michetti hasta sindicalistas, empresarios, artistas, periodistas, maestros, etc. se iban acomodando en el escenario frente a varios miles de alumnos, docentes y familias completando una entusiasta mancha blanca; un sueño de guardapolvo blanco por la educación.
Uno de los que ostentaba su guardapolvo con alegría era el entonces Cardenal Jorge Bergoglio. El dato puede parecer intrascendente, pero no lo es. El guardapolvo blanco es el símbolo, arbitrario pero contundente, de la escuela pública sarmientina, y allí estaba el máximo representante católico de los argentinos vistiéndolo con orgullo y así contribuyendo a superar, también simbólicamente, una historia larga de desencuentros y adversidades en torno a la educación oficial.
Ese gesto del Cardenal Bergoglio fue una más de las acciones que desarrollara por la educación, las que podrían sintetizarse en tres ejes: un enfoque sobre la educación como instrumento para actuar en situaciones de pobreza; una visión en la que todas las religiones permiten una apertura significativa para pensar la educación y, último pero no menos importante, la necesidad de devolverle a la educación en general y a la escuela en particular su centralidad perdida en los últimos años. Estos tres ejes habilitan un análisis lúcido y pluralista de lo educacional y permiten construir herramientas para afrontar los desafíos de la época.
Es en esa línea en la que debe situarse el acompañamiento en el momento de su unción como Papa Francisco, hace hoy dos años: un cartonero y un maestro ¡de guardapolvo blanco!
Ya como máxima jerarquía de la Iglesia Católica, Francisco promueve uno de las más importantes proyectos educacionales vigentes hoy en el nivel internacional: Scholas Occurrentes, una red mundial de los educadores y por la educación que permite compartir experiencias y avanzar en modelos educacionales más justos. Nótese que los tres ejes siguen vigentes: Scholas no es, apenas, una iniciativa para los católicos; el liderazgo de Francisco permea, en el área educacional, a otras religiones e incluso a no creyentes que se sienten identificados con los postulados.
No es de extrañar que en poco tiempo Scholas tenga el alcance de otras iniciativas mundiales para la educación pero con un aire nuevo, con un enfoque renovado en el que la centralidad de Maestro –como argumentaba en sus homilías el Cardenal Bergoglio- pueda ser reconocido, finalmente, como el núcleo central de los esfuerzos educativos.
Recién está comenzando el diálogo impulsado por Scholas, y por el propio Papa Francisco, por un nuevo enfoque en la educación. Muchos estamos dispuestos, en todo el mundo, a participar constructivamente de este desafío imprescindible.