Extranjerizar la Naturaleza: especies exóticas

Matías Pandolfi

En numerosas ocasiones hemos sido testigos de cómo el ser humano daña con su intervención directa a los espacios naturales: contaminación, desforestación, construcción indiscriminada y avance sin control de la frontera agropecuaria. Pero también hay modos más indirectos de impactar sobre los ecosistemas como por ejemplo el trasplante de especies animales y vegetales de un lugar a otro.

Si visitamos el sur de nuestro país, en la zona de los grandes lagos y la cordillera, es posible que nos topemos con animales que llamarán nuestra atención como las majestuosas truchas o los simpáticos ciervos colorados. Si nos vamos más al sur, a la provincia de Ushuaia, nos sorprenderíamos con la estructura de las sociedades de castores y los diques que construyen con barro, troncos y ramas de árboles que derriban con sus poderosos dientes. Para los porteños son muy conocidas las carpas, grandes y coloridos peces, que habitan el conocido Jardín Japonés del barrio de Palermo. Además de ser muy vistosas y conocidas estas especies presentan un denominador común: son especies exóticas.

El Convenio sobre Diversidad Biológica utiliza el término “especie exótica” para referirse a las especies introducidas fuera de su área de distribución natural. Una especie que se introduce desde otro país puede ser exótica. A su vez, dentro de un mismo país, una especie cuya distribución está limitada a un ámbito biogeográfico concreto puede volverse exótica si es introducida, voluntaria o involuntariamente, en otra zona del mismo país donde no se encontraría de forma natural. A esto se contrapone el concepto de especies nativas o autóctonas, que son aquellas cuya presencia en una región se da como resultado de fenómenos naturales sin intervención humana. Todos los organismos naturales, en contraste con los organismos domesticados, tienen su área de distribución dentro de la cual se consideran nativos.

El puma, el dorado, el yaguareté, el hornero y el escuerzo son ejemplos de especies nativas y muy populares de diferentes regiones de nuestro país. El gran problema con las especies exóticas es su gran capacidad para competir y desplazar a las autóctonas. Esto es debido a su importante poder de adaptación a diferentes ambientes, a la falta de predadores naturales, a la resistencia a patógenos locales (virus, hongos y bacterias) que sí afectan a las especies nativas y a la gran capacidad para reproducirse aún en condiciones adversas.

Una de las especies exóticas que más daños ha causado en nuestro país es la trucha arco iris. Esta especie es originaria de los ríos y lagos del Oeste de Norte América y fue introducida en los lagos del sur de nuestro país a principios del siglo pasado. Actualmente su distribución se ha ampliado mucho llegando a lugares como La Rioja, Córdoba o La Puna. Hay distintos reportes sobre daños que han realizado las truchas sobre especies de peces y anfibios ya que son muy voraces y devoran huevos, larvas y renacuajos. Han puesto en peligro las poblaciones de especies endémicas como la mojarra desnuda.

Otra especie exótica que ha puesto en peligro al huemul, uno de nuestros ciervos nativos, es el ciervo colorado que proviene del Hemisferio Norte y fue traído a principios del siglo pasado a la región cordillerana. Esta especie se alimenta vorazmente de hierbas desplazando al huemul y dado que su población crece con los años es percibida por algunos productores como una competencia para la ganadería. Hoy hay interesantes proyectos de investigación en curso a fin de mantenerlos en una densidad lo más baja posible. En cuanto a los castores canadienses sabemos que en el año 1946 veinticinco parejas fueron introducidas en Tierra del Fuego para el desarrollo de la industria peletera. El proyecto no prosperó y el castor, sin depredadores naturales, rápidamente se expandió como plaga por otras islas de la región. Se estima que han llegado a más de 100.000 individuos. Los castores han alterado lo que se conoce como bosque de ribera ya que roen la corteza de los árboles y construye diques con superficies de hasta 2500 metros cuadrados.

Las plantas exóticas también pueden volverse invasivas y traer serios problemas ambientales pero además hay consecuencias culturales cuando se extranjeriza la flora. Un claro ejemplo de esto es la vegetación que se elige para parquizar, por ejemplo, los barrios cerrados de la Zona Norte de la Provincia de Buenos Aires o las más recientes “torres country” de la ciudad de Buenos Aires, que prometen una naturaleza privada en balcones y terrazas con seguras rejas para un segmento premium de la sociedad. Se escogen para estos sitios especies exóticas como abedules, plátanos y robles europeos que pueden volverse invasoras, generar alergias en la población o que pueden requerir del uso excesivo de agroquímicos para su crecimiento y bienestar. Se utiliza también césped artificial con unos colores intensos y patrones de crecimiento nada naturales. Este recambio de flora autóctona por flora exótica borra la historia natural de los ambientes y los despoja de su pasado. Es por eso que estos ciertos barrios cerrados son iguales en su aspecto en cualquier lugar del mundo en que se ubiquen, no sólo por su arquitectura sino también por este tipo de vegetación genérica que se impone y que muchos autores denominan  “naturaleza bonsái”.

No debemos caer en posiciones ecologistas extremas y anacrónicas y tenemos que aprender a coexistir con estas especies animales y vegetales que ya han sido introducidas. Muchas de ellas son también recursos estratégicos para nuestra alimentación (truchas, jabalíes y muchísimas plantas) y es por esto que estas actividades deben realizarse con sumo cuidado. Es aquí donde entran en juego las políticas llevadas a cabo por las Gobernaciones y Legislaturas provinciales para manejar los recursos naturales con el asesoramiento de los científicos, técnicos y pobladores para la protección de las especies autóctonas. Debería ser un compromiso ineludible para ellos evitar que continúe el proceso de extranjerización de la naturaleza disminuyendo y controlando el ingreso de nuevas especies exóticas, tanto animales como vegetales. Sería interesante saber durante este año electoral cuáles son las posturas en estos temas de los candidatos a gobernadores y legisladores ya que cada provincia tiene sus especies autóctonas y exóticas en delicados equilibrios y ellos deberían saberlo.

Extranjerizar la naturaleza puede ser algo muy peligroso porque se generan riesgos ambientales severos pero además porque este proceso puede cambiar el paisaje, la cultura y hasta la historia de una región. Esto no implica perder cultivos o cría de especies animales económicamente redituables, pero me da la sensación de que no estamos aún muy preparados para abordar esta compleja tarea por desconocimiento, por ambición desmedida de algunos, por el modelo extractivista imperante en nuestro país y por el ocultamiento del tema de la agenda política.