Por: Nicolás de la Plaza
La imagen de Camila agarrando los barrotes, con el peinado de una chica de 20 años. Con mirada entre guerrillera y entusiasta de mirar tele con la mamá. Camila, en sus twits, decía que estaba aburrida, que no le entendía el sentido a la vida, que buscaba hacer algo por algo, pero no sabía qué ni por qué. Si le agregás una pizca más de angustia cerraba su profile en el de una suicida.
Esos que el vivir les quema el alma.
Greenpeace es una organizacion mafiosa, facista, ya antigua, desfasada, cavernícola, neomedieval, pero por sobre todas las cosas es capta-boludos. Boludos como Camila, que le deprimía dormir la siesta.
El lenguaje de Greenpeace es difuso, vive de golpecitos insignificantes. Estilo el boludo de Pergolini vestido de oso yogui. En Europa salen a andar en bici en culo para incentivar quién sabe qué protesta por las pieles. En Europa está lleno de Camilas. En los 80 se escuchaba punk y se inyectaban heroína, en los 90 lo mismo, en el 2000 paso algo, la generación “película The Beach” con Di Caprio cazando tiburones en una comunidad neonazi. 23 boludos autopresos en una isla esperando el viajecito mensual al continente para que le traigan baterías para el GameBoy. Subsumidos en la exageración simbólica fetichista de los efectos del porro, toda la vida rodeando eso, un pucho que te marea.
La generación del 2000 aburrida y sin drogas duras estaba condenada a desaparecer bajo el vil sistema que dejamos atrás en los 50, el tipo que labura, la madre que hoy labura, los chicos al colegio. Un flagelo.
Pero llegó el fracking, un sistema de extracción de petróleo a 3000 metros de profundidad promedio que imprime nanofracturas en reservorios de petróleo y gas para extraerlo. Igual que el de toda la vida de los últimos 120 años, pero con un toque extra. Un toque extra que permitiría a los boludos de The Beach seguir jugando con sus GameBoys en los recreos de jugar a ser granjeros. Antes que los masacren los buenos.
The Beach, dirigidos por una nazi casada con otro nazi, comiendo lechuga y tomando agua de lluvia, parece ser el modelo de civilización nueva que nos ofrecen los eco-fascistas de Greenpeace, una organización escindida de otras “fundaciones” anteriores que se dedicaban a expulsar de sus tierras a miles de pobladores africanos para hacer “reservas naturales” en donde puedan pastar elefantes, mientras condenaban a millones de seres humanos a vivir confinados en zonas no fértiles, alimentados por misioneros y luego la ONU.
Los mismos que hoy no quieren que haya petróleo, porque invirtieron todo su dinero en acciones de empresas de generación de energías alternativas al petróleo que son obsoletas.
Camila es una boludita de 20 años como muchas otras que les “deprime” ir a laburar. Del otro cuarentón hoy liberado hablare en otra edición, porque merece un artículo aparte.