Por: Nicolás Pechersky
La oposición argentina apesta. Listo. Nos sacamos un tema de encima. Un prejuicio que se volvió juicio con cada ley pedorra que la oposición le votó al kirchnerismo, desde la truchada de Aerolíneas hasta la inescrupulosa estatización de Ciccone.
Papelón tras papelón los políticos no K, ex K, futuros K, todo aquel que hoy, en este momento, no se considere cristinista, van abriendo su paso hacia la mediocridad, hacia la vergüenza y por sobre todo hacia la indiferencia total de la ciudadanía.
Paladines del 1,5%, reyes de los programas políticos de las 21:00, expertos en todos los temas, libres de culpa y corrupción, arrogantes. Difícil sentirse identificado.
Cristina mantiene la iniciativa. Es dueña del contacto con la gente. Mientras la oposición se vuelve experta en justicia y Consejo de la Magistratura, ella aumenta la Asignación Universal, esa plata que le entra sin intermediarios al bolsillo de la gente que vota. Mientras la oposición debate el rol de los medios y la ley de medios, ella aumenta a los jubilados y te regala Fútbol para Todos.
Nos encierra en un círculo vicioso de debate institucional que tiene como único fin mantenernos alejados de lo que realmente importa, de lo que gana votos, de lo que hace bien.
Mientras, para los que tenemos la suerte de gobernar, nos queda tomar el mismo camino, el de la iniciativa, el del laburo y la gestión, el de mejorar un poco este paso complejo por la vida en un país rico y pobre a la vez.
Mauricio Macri lo entiende y lo hace propio en su gestión. Se le animó a los problemas estructurales de la ciudad y de los que le corresponden como alcalde, ya que presidente por ahora no es. Se convierte en el primero en dar la cara y hacer lo que 10 años de progresismo no se animó.
Fue el primero en hacerse cargo de la inseguridad. De aceptar la responsabilidad del Estado. De crear una fuerza nueva cuando sabíamos que se nos venían encima años de mafias de políticos y policías que no iban a querer que les toquemos el bolsillo, que más que kioscos lo que se armaron ya parecían shoppings.
Fue el primero en urbanizar una villa. Calles nuevas, casas nuevas, electricidad, cloacas y escrituras. Les dio la propiedad a sus habitantes y el derecho a que no los caguen con alquileres otras mafias, las que lucran con los que menos tienen.
Fue el primero en trabajar por la educación pública. Gracias a que tenés inglés y una notebook desde primer grado, gracias a que te asegura 180 días de clase al año, por primera vez en una década creció la cantidad de alumnos de escuelas públicas y decreció el de privadas.
Macri es el primero en pasar de opositor a alternativa. En definirse por sus acciones y no por oposición a Cristina.
Ahora le toca ser el primero que los supere. El primero en tomar las riendas de un gobierno con oportunidades como nunca en la historia.
Le toca ser el primero desde la vuelta de la democracia en pensar un país a 20 años. En resolver los problemas estructurales que Cristina olvidó. Le toca arreglar los trenes para desarrollar la producción y la industria en todo el país. Le toca resolver la crisis energética cuando tenemos recursos para ser dentro de 30 años una de las mayores potencias mundiales en este rubro.
Le toca atacar la pobreza con trabajo y educación y no con planes para no trabajar. Le toca terminar con la cultura de la vagancia y del facilismo que tanto fascina a los gobiernos nacionales y populistas que sólo quieren perpetuarse en el poder.
Le toca terminar con la cultura mesiánica donde el presidente tiene cuatro años para resolver todo o irse en helicóptero. Terminar con la política del nuevo destruyendo todo lo que hizo el anterior. Porque lo que se hizo bien hay que celebrarlo y mantenerlo, y lo que se hizo mal hay que corregirlo.
A Mauricio le toca ser el primero en hacer las cosas bien. Menuda tarea.