Por: Nicolás Tereschuk
En abril de 2011, en un multitudinario acto en la Avenida 9 de Julio en el que impulsó la reelección de Cristina Kirchner, el secretario general de la entonces unificada CGT, Hugo Moyano, afirmó: “Los trabajadores no estamos solo para votar. También podemos reclamar algún cargo en las listas. Los trabajadores tenemos el derecho y la obligación de asumir responsabilidades”.
Un año antes, en una entrevista en el diario Página 12, Moyano había recordado que Lula Da Silva solía señalar que cuando era niño su sueño había sido manejar un camión pero que había terminado manejando un país. “Quizá mi sueño fue al revés”, señaló el sindicalista. Incluso en febrero del año pasado, el jefe del gremio de Camioneros destacó que “puede ser que sea candidato” a presidente.
El líder de la CGT Azopardo se refirió en esas tres instancias a la posibilidad de ampliar su nivel de representatividad. De pasar de dirigente sindical a dirigente político. Se sabe que todo dirigente sindical “hace política”, desde ya. Pero esa política no es necesariamente la que apuntan a hacer los partidos: reunir votos sean de trabajadores sindicalizados o no.
El paro nacional que llevó adelante Moyano junto con otras dos centrales obreras opositoras parece alejarlo de ese objetivo de mayor llegada a distintos sectores, que por ejemplo había encarado en 2011 cuando realizó una serie de charlas en universidades. ¿No resulta más bien que a través de una medida de fuerza que tuvo impacto, en particular con la adhesión de los gremios del transporte público, alineados con la central obrera que encabeza, Moyano vuelve al objetivo de ser el “mejor sindicalista” aunque no el “mejor político”? ¿No refuerza así los vínculos que tiene con sus afiliados -entre los que tiene un alto nivel de respaldo e imagen positiva- pero difícilmente expanda ese nivel de adhesión a otros sectores sociales?
Una pista la dieron algunos de los principales dirigentes opositores, que no salieron a apoyar con sus palabras la medida de fuerza. Sergio Massa, Mauricio Macri y Ernesto Sanz, por ejemplo, Indicaron que las consignas contra la “inflación” y los “efectos de la devaluación” son válidas pero que el paro debe formar parte de una “última instancia” de acción. “El paro no va a contribuir en nada”, señaló además el líder del PRO. Y el jefe del Frente Renovador -que tiene vínculos políticos notorios con dirigentes organizadores del paro- prefirió considerar que “hay otras metodologías” para hacer planteos.
Con la huelga, Moyano y Luis Barrionuevo, antes que plantear un reclamo concreto al Gobierno buscaron ratificar que siguen vigentes en la arena “política”. Una vigencia que implica que pueden no ser importantes en términos de votos, pero que todavía tienen poder de fuego “sindical”. Habría que pensar también en ese sentido si el paro estuvo dirigido -como señalaron los sindicalistas- a la presidenta Cristina Kirchner, a quien le quedan veinte meses de mandato, o fue más bien un mensaje para todos aquellos dirigentes políticos que quieran competir por sucederla en 2015, sean oficialistas u opositores. Un mensaje que le dice a los candidatos de todos los colores “no olviden que tendrán que hablar con nosotros, si llegan a la Casa Rosada”.