Por: Paola Spatola
En las últimas semanas hemos asistido a una especie de “ley de la selva”, donde todo vale. Donde el “horror” se apodera de nuestras calles. Instalándose, por parte de algunos, una discusión entre linchamientos sí o linchamientos no. Claramente no puede haber medias tintas en esto, los linchamientos, lisa y llanamente, son el horror. Debemos ser muy cuidadosos y serios al momento de analizar esta realidad. Y un pueblo que vivió el horror como el nuestro, no puede siquiera analizar si esto es, o no, un acto de barbarie. Quienes buscan justificar esta realidad, lo hacen desde el pensamiento especulativo y demagógico, buscando satisfacer los oídos de muchos. Pero yo no lo haré. Condené, condeno y condenaré todo acto de barbarie, y este es uno.
De la misma manera que me opongo rotundamente a que la justicia se transforme en la playa de estacionamiento, por un par de horas, de aquellos que deciden delinquir sin importarle el daño a causar, cuando en estos últimos diez años de crecimiento económico con inclusión social, con acceso a la educación y a la salud pública, con la instauración de diferentes programas sociales, como por ejemplo la Asignación Universal por Hijo, marcan claramente una Argentina en la que delinquir se transforma en una opción y no en una consecuencia lógica de una sociedad excluyente.
El punto clave en este debate de hoy es la necesidad de contar un Poder Judicial más democrático, entendiéndose por ello la implementación de juicios por jurados para los delitos violentos, las audiencias de excarcelación y libertad condicional, oralizar completamente los procesos judiciales para que los conflictos que los ciudadanos no puedan resolver en sus ámbitos particulares, tengan una resolución rápida y eficaz; como así también en la elección de los representantes del ministerio público fiscal por voto directo en cada distrito.
Por otro lado, las puertas giratorias son un hecho cabal, no una ficción construida por los medios de comunicación. La respuesta al hartazgo social a esta lamentable situación no puede ser el linchamiento. El delincuente al que salvó el actor Gerardo Romano de que la “golpiza” en plena vía pública, estuvo detenido algunas horas. En este caso particular, y en muchos casos en general, los jueces en lugar de ser los responsables del ordenamiento jurídico y del cumplimiento de las leyes y normas vigentes, son meros espectadores de la realidad cotidiana.
No existe paz social sin el claro compromiso de la Justicia en su conjunto de resolver esta problemática, haciéndose responsable de la tarea que debe llevar adelante. ¿Acaso no será este el momento de cambiar? ¿No será que hay que llegar al horror para que comiencen a asomar las soluciones de fondo? ¿No habrá llegado el día en que los jueces dejen de ser libres pensadores para pasar a ser servidores del pueblo?
¿No habrá llegado la hora de discutir una profunda reforma que nos lleve a la verdadera democratización de la justicia? Como dirigentes políticos debemos dar una respuesta contundente. Los linchamientos no pueden ser la respuesta para combatir a los delincuentes. La construcción de un Poder Judicial más democrático, debe ser el camino inicial. La sociedad nos mostró claramente hasta dónde puede llegar. Llegó el momento de que aquellos que creemos en la política como instrumento de transformación miremos cara a cara a la gente, y pongamos, entre todos, manos a la obra.