Por: Patricia de Ferrari
En estos días, los argentinos debemos asistir a la sobreactuación de un gobierno que intenta reeditar desde el relato aquel famoso “Braden o Perón” por un renovado “Griesa o Cristina”, intentando exacerbar un espíritu “patriótico” ya a flor de piel de miles de argentinos, apenas concluido el Mundial de Fútbol.
Más allá de toda vinculación con otros intentos similares a lo largo de nuestra historia, en los que, valiéndose de bravuconadas hacia el exterior, lo que se buscó fue alinear a los ciudadanos -con consignas que tanto mal nos han hecho; basta recordar aquél dramático “si quieren venir que vengan” que en muy poco dista del actual “no pasarán”-, mientras otros eran los intereses que estaban en juego. Hoy me preocupa pensar en la pesada herencia que está forjando el kirchnerismo para nuestro país.
Así, nos toca ver por televisión a la Presidenta y sus funcionarios “patotear” a un juez -obviamente, como el manual kirchnerista indica, sin mencionar que fueron ellos quienes decidieron someterse a su arbitrio-, en una actuación para su “tropa” que dista de lo que el sentido común recomendaría a quien está pidiendo a la justicia la reestructuración de una deuda. También vemos cómo sus seguidores hiceron banderazos, sobreactuando una pertenencia que evidentemente redunda en beneficios para unos pocos, defendiendo un modelo que se autoproclama nacionalista, pero que no tiene prurito en asumir intereses usurarios en pos de lograr mejores títulos en los diarios.
Y sin embargo, creo que esto no es lo más grave.
Porque mientras que se pone la discusión en esa falsa dicotomía, no se mencionan los casi U$S 10.000 millones de dólares que nuestro país le debe hoy al Club de París, gracias a la “eficaz gestión” de este gobierno (sin olvidar que la misma deuda en 2001 ascendía a U$S 1.879 millones). Tampoco se dice nada de los U$S 6.000 millones del acuerdo con Repsol por la “gesta” de YPF, ni los más de U$S 14.000 millones de dólares que deberemos desembolsar para hacer frente a las importaciones de combustibles necesarias luego de la “década ganada K” en la que dejamos de autoabastecernos, tiempo en el que ostentamos el triste récord de tener 124 meses seguidos de caída en la producción de petróleo, según el ex secretario de energía Alieto Guadagni. En esta línea, poco se dice de los casi U$S 12.000 millones de dólares en subsidios por año que el Estado asigna para subsanar las deficitarias gestiones en materia energética y de transporte.
Citando sólo algunos ejemplos en materia económica, pero teniendo a la vista los enormes flagelos sociales que se acrecientan durante el kirchnerismo, como es el aumento constante de la pobreza y la indigencia, la incidencia cada vez más alta de la droga, y los graves problemas en la educación, la inseguridad y la desnutrición infantil, creo que vale la pena “parar la pelota” unos minutos y pensar en lo que este gobierno está haciéndole a nuestro país.
Porque si bien en clave política, podría pensarse en la herencia que deberá asumir el próximo gobierno que reemplace a los Kirchner, en la realidad estas muestras de deficiencia en la gestión, de pésimas políticas económicas y sociales que se agudizan y profundizan por cada vez más numerosas sospechas de corrupción, nos golpean a todos. A quienes a diario vemos el impacto de la inflación y la recesión entre la gente, pero también a los que por convicción, trabajamos pensando en dejarle un mejor futuro a las próximas generaciones. Lamentablemente, parece que –más allá del esfuerzo en sostener el relato- esto no está entre las prioridades de Cristina y su equipo. Eso es lo que nos deben. La historia lo demostrará.