Por: Pedro Caviedes
El artículo del lunes en el New York Times comenzaba diciendo que ante los hallazgos de un panel del Senado sobre la serie de traslados que la empresa Apple ejecuta sobre sus ganancias en el exterior (lo que todo ciudadano, residente, empresa o corporación está obligado a declarar), se esperaba que al día siguiente en la audiencia pública que el respectivo comité le haría a Timothy Cook, CEO de la compañía, y otros altos ejecutivos, hubiese un verdadero choque de trenes.
El artículo del miércoles que hablaba sobre dicha audiencia, comentaba que el CEO había desarmado a los senadores, que terminaron diciendo frases como “nosotros amamos el iPhone y el iPad, y sé que no es fácil venir a ser el foco de atención, pero para nosotros es importante”. O, “ustedes han logrado cambiar el mundo y eso es un legado impresionante”. O, “tú debes ser una persona muy inteligente y además una persona muy dura”. O, “al final lo único que quiero saber es por qué tengo que actualizar periódicamente las aplicaciones de mi teléfono”.
Si la comparamos con las de la semana anterior, en menos de ocho días pasamos de los insultos a la zalamería y el halago. Según el mencionado artículo, el señor Cook simplemente suavizó a los senadores, expresando que el código de los impuestos en los Estados Unidos está atrasado, y que no es equivalente a las necesidades de la era digital.
¿Entonces es así de simple? ¿Nos están dando a entender que cuando no cumplamos la ley simplemente debemos cuestionarla por vieja y así, en lugar de insultos, ganaremos carantoñas? Curioso. En el caso de las armas se pegan como lapas a las palabras textuales de los Padres Fundadores. Quizá no es ni lo uno ni lo otro. Cientos de otras grandes corporaciones han sido acusadas de lo mismo, y de prácticas peores, sin que sus CEO se lleven las vastas reprimendas que por parte de los congresistas reciben los funcionarios públicos cuando cometen un error. Así que al parecer, lo que está sucediendo es que dependiendo del tamaño de nuestra chequera seremos juzgados. ¿Es esa la democracia por la que fueron elegidos nuestros políticos?
Lo cierto es que esto de concebir los impuestos como si fuesen un castigo decretado a los ciudadanos por un Estado sátrapa, lo que muestra es hasta qué niveles llega ya el desconocimiento de las personas en la parte que tienen las naciones en la prosperidad alcanzada por sus ciudadanos.
No es casualidad que una empresa como Apple haya nacido en los Estados Unidos. Valdría la pena que sus ejecutivos recordaran que buena parte de su éxito se debe también a la increíble infraestructura que el país ha construido con el dinero que aportan todos.
Y no sólo se trata de los puertos, aeropuertos, sistemas viales, servicios públicos, leyes que protegen sus inventos, autopistas informativas y seguridad, entre muchas otras. La capacidad adquisitiva que habilita a una mayoría a comprar sus productos, y necesitarlos, existe en gran parte por la increíble red de colegios públicos y universidades que facultan a las personas para conseguir empleos y concebir nuevas empresas.
Las multinacionales de hoy quieren ahorrar en mano de obra, contratando en lugares donde la situación laboral de los trabajadores va totalmente en contra de las leyes y principios de los países donde se forjaron, tienen un ejército de cabilderos que mueven sus fichas políticas para que no les aumenten un céntimo sino que les rebajen las tarifas, y con todo eso, se rebuscan todos los artificios posibles y agujeros en el sistema, ¿para pagar todavía menos? ¿Y los honorables senadores los tratan tan sutilmente?
Sé que muchas de estas empresas son motores impresionantes que tienen mucho que decir en el progreso y bienestar del mundo. Y Apple es una de las principales. Además aportan millones en impuestos, que el Estado utiliza para el bienestar de todos. Pero la ley es la ley. Y al desconocerla de esa manera, y hacer ese tipo de jugarretas, no sólo están borrando con el brazo mucho de lo bueno que hacen con la mano, sino que están dándole una bofetada a la nación que los ha habilitado para que se forjen y crezcan de una manera tan formidable.
Demasiadas personas han luchado y sacrificado sus vidas por la idea de una nación cuyo primer principio sea el imperio de la ley, como para que ahora, a los que han escalado a las cumbres, se les permita torcerla a su antojo.