Pocas respuestas en la arenga presidencial

Ricardo López Murphy

La primera apreciación que hacemos sobre el extenso discurso de la presidente en la apertura del ciclo legislativo es que se trató de una exposición sobre la evolución de las estadísticas económicas y sociales de nuestro país durante la última década. Sin embargo, dichas estadísticas se encuentran gravemente afectadas, no sólo por la situación inflacionaria de Argentina, sino también por las cifras oficiales, que han sido tan cuestionadas tanto a nivel local como internacional. Estos números fantasiosos del Indec afectan gravemente la credibilidad y, por lo tanto, su utilización.

En un segundo enfoque, una perspectiva más amplia y madura requiere puntualizar luces y sombras de los aspectos reflexionados. Cuando todo es positivo y autorreferencial, se carece de la aptitud para ser aceptado y recibido por quienes no forman parte de la fracción política oficialista y denota, en el fondo, falta de autocrítica y objetividad por parte de quien realiza el análisis.

Esa confusión entre el discurso del Estado de la Nación y la arenga a los partidarios es un problema no sencillo de resolver, pero que en este caso alcanzó dimensiones incomparables.

Entre las omisiones más destacables se encuentra la propia tasa de inflación: el país se ha convertido en uno de los pocos casos de inflaciones de dos digititos en los cuales el primero de ellos no es la unidad. Ello refleja a escala mundial una descomposición de las finanzas públicas y de la organización monetaria.

Otro elemento faltante fue la consideración de la grave crisis energética. Ella se ha expresado en los innumerables cortes durante los días cálidos del verano; también se ha mostrado por medio de un enorme agujero en las cuentas externas y  una caída sin precedentes de las reservas de gas y petróleo. No hubo en el discurso una sola referencia a este problema ni propuestas para resolverlo. Peor aún, es extremadamente palpable la dificultad de obtener inversiones, aun pagando precios muy superiores al pasado y a los internacionales.

La tercera omisión tiene que ver con el problema de los jubilados, centenares de miles de juicios que no reciben una respuesta. Debe recordarse que hay fallos firmes de la Corte Suprema de Justicia sobre el fondo de la cuestión y se recurre sistemáticamente a todo tipo de artilugio para no cumplir con lo que ordenó la propia Justicia. No se trata del 82% móvil ni de ninguna de las propuestas que se han debatido en el escenario político, se trata simplemente de cumplir con la legalidad.

La cuarta omisión es la cuestión de la Defensa; destacados publicistas han mencionado en los diarios más importantes de Argentina que vamos rumbo a ser un protectorado brasileño-chileno. Nuestros barcos se hunden el puerto, nuestros aviones no despegan y nuestros blindados están derrumbados. No ha habido ni una sola mención sobre este tema ante episodios tan humillantes de escala internacional. Si se ha decidido a terminar con el instrumento militar debería adoptarse otra tesitura como ocurrió en países que han fusionado sus fuerzas de seguridad y con sus fuerzas armadas. Lo que no resulta posible es que en un país gigantesco como Argentina se siga corriendo el albur de la indefensión.

Para finalizar con el tema de las omisiones, la que resulta más significativa es la ausencia de un proyecto a futuro. Tomadas a valor oficial, las expresiones vertidas dan la sensación de que estamos cerca del paraíso. Resulta difícil desde ese microclima y esa perspectiva imaginar la inmensa tarea que hay que realizar en nuestro país para afianzar su soberanía, construir el desarrollo económico y social, y para asegurar la convivencia y la tranquilidad de los ciudadanos.