El alcohol avanza entre los jóvenes y se instala como un compañero ineludible de “previas” y “post” salidas. Cada año ingresan más chicos al consumo, bajando incluso el promedio de inicio a los 13 años y sin diferenciar entre varones y mujeres. Crecen las consultas por intoxicación e incluso por sobredosis en las guardias de los hospitales los fines de semana, producto de la asociación de bebidas alcohólicas y psicofármacos. El verano es un alerta extra, se multiplica la ingesta en los jóvenes hasta en un 400%. Es la radiografía de una “droga legal”.
Según el último informe de la OMS (Organización Mundial de la Salud), el consumo abusivo de alcohol mata cada año a 3,3 millones de personas (representa el 6% de todas las muertes en el mundo), e identifica a la Argentina como el segundo país de América Latina con mayor consumo per cápita anual con 9,3 litros, solo superado por Chile con 9,6 (siendo el promedio mundial de 6,2). El segmento etario proclive al abuso de alcohol en nuestro país se da entre los 14 y 20 años; es esta franja donde, además, creció exponencialmente. La Sedronar señala que la mitad de los alumnos secundarios dice haber bebido en el último mes, mientras que, entre el 2001 y 2011, el consumo creció un 113% en este segmento.
Hasta aquí un contexto preocupante pero no inédito, ya que esta tendencia es sostenida en la década analizada. No obstante ello, irrumpe en escena un nuevo indicador: la combinación letal que produce la mezcla de las bebidas alcohólicas y los medicamentos. Como indican especialistas en toxicología en promedio más del 50% de la demanda de intoxicación por sustancia en guardias de hospitales es por la ingesta de alcohol y medicamentos, esencialmente los psicofármacos, como el Clonazepam (conocido como Rivotril) o el Clonagi. Se identifica en este sentido que el uso de psicofármacos aumentó prácticamente un 200% en cinco años, destacando, además, los cuadros de agresividad que genera en los jóvenes, y que se potencia aún más con la mezcla de alcohol.
En este sentido en los últimos años jóvenes de entre 16 y 20 años han presentado cuadros de intoxicaciones graves por alcohol, medicamentos o la asociación entre ellos, resultando el mayor número de casos entre los días jueves y sábado, esto se da en el marco de las salidas de diversión nocturna. Es decir, el abuso se manifiesta principalmente en un momento específico.
En esta inteligencia es que se suma una tendencia en aumento: el “abuso ocasional”, que como refieren los expertos, genera en pocas horas un altísimo riesgo que puede producir en los adolescentes trastornos neurológicos, cardíacos, desvanecimientos, convulsiones, un coma alcohólico, o la muerte misma. En el caso de la Provincia de Buenos Aires, las intoxicaciones por exceso de bebidas alcohólicas es realmente crítico, en donde las edades descienden a la franja de los 10 a 19 años. En la actualidad, según la OMS, el abuso ocasional afecta al 12% de los mayores de 15 años.
El cuadro de situación resulta prueba contundente de la existencia de un profundo conflicto que comprende y afecta a una serie de factores y a diversos sectores que lo complejizan aún más, en el que se vinculan: la autoridad, las conductas individuales y grupales, los valores, las responsabilidades, como también las prohibiciones y libertades. Por ello es que el abordaje de la problemática impone responsabilidad desde todos sus aspectos (comunicacional, empresarial, opinión, educacional, control, familiar, etc.).
Más allá del inquietante diagnóstico, y la evidente necesidad de mejora, deviene imprescindible no caer en la tentación de la prohibición como respuesta efectista, ni la sectorización del problema a una sola orbita. No alcanza con “lavar culpas”, señalando en forma arbitraria a quien resulte más simple y menos costoso; como señala un reconocido escritor “¡Qué gran alivio saber, que si todavía queda por ahí alguna tentación suelta, la responsabilidad de lo que pase es de quien no la prohibió a tiempo y no de quien cede a ella!”.