Son varios los delitos informáticos que pueden resultar a partir de la utilización de herramientas tecnológicas o redes sociales (WhatsApp, Facebook, MySpace, Twitter, YouTube, Flickr, Dropbox, telefonía celular, etcétera). Entre ellos: robo de identidad, acoso, extorsión, estafa, fraude informático, sabotaje informático, ciberterrorismo, delitos económicos, publicación de comunicaciones electrónicas, revelación de información registrada en banco de datos personales, corrupción de menores, secuestro, narcotráfico y hasta trata de personas.
Por ello la necesidad de tomar conciencia de que las acciones que se realizan en el mundo virtual impactan inexorablemente en el mundo real. Los usuarios deben utilizar la herramienta con la certeza de que los datos personales se harán públicos y así expondrán su vida privada. Si bien encuestas refieren que el 50% de los adolescentes da información personal en internet, el 60% sube fotos propias y de amigos sin su consentimiento, manifestando además pensamientos, opiniones, gustos y creencias sin restricciones, es aún más preocupante el hecho de que dos de cada tres padres desconoce a qué red social está suscrito su hijo y que el 80% de los jóvenes accede a internet sin control de sus padres.
En este sentido, para la seguridad de los jóvenes es recomendable que los padres acompañen y eduquen a sus hijos sobre los riesgos potenciales y los concienticen sobre el uso responsable de las redes sociales, los guíen en la navegación de los sitios de ingreso y se interioricen con las herramientas tecnológicas. La prohibición en estos casos resulta un mal consejero, por lo contrario, guiar y generar pautas de uso responsable provoca un compromiso por parte de los jóvenes en la utilización del servicio.
En este contexto, los padres deben tener buen conocimiento del uso y el alcance de estas herramientas; deben experimentar y conocer sus funciones y sus servicios. De esta manera podrán tener un mejor vínculo y diálogo con los chicos al momento de aconsejarlos, guiarlos y advertirles sobre las virtudes y los riesgos. No puede aconsejarse sobre lo que no se conoce. Deben establecer normas y pautas de uso razonable, discutiendo con ellos y poniendo límites concretos a fin de evitar que sus hijos o los amigos de ellos queden expuestos a situaciones no deseadas o de amenaza, principalmente sobre la información personal que puedan subir a dicha red.
Es fundamental saber quiénes son los contactos o los grupos a los que los chicos están asociados o vinculados. Un modelo de acercamiento recomendable es que los padres muestren interés en las actividades, las amistades y los grupos que sus hijos generan a través de estos sistemas con el propósito de que los jóvenes no se sientan vigilados o acosados por sus padres. La sobreactuación, el enojo o la prohibición no son aconsejables, ya que ellos generarán automáticamente una nueva herramienta de red social para vincularse y por la mala experiencia no se lo comunicarán a sus padres.
Es positivo que los chicos sociabilicen y utilicen las herramientas tecnológicas —como las redes sociales o los grupos de WhatsApp— para armar grupos de estudio, deporte, amistad, etcétera; esto facilita y dinamiza las relaciones como así también aquella información que se intercambia. Pero este ámbito que se genera debe ser sano y seguro, focalizado en personas de la misma edad y conocidas. No es aconsejable que los chicos interactúen con grupos constituidos por adultos o que permitan el ingreso a personas ajenas al grupo específico creado.
Cuando se habla de la responsabilidad, las competencias o las obligaciones para el control y la seguridad en la utilización de la red, inmediatamente se lo asocia con la obligación del Estado como único responsable de velar por ello. Sin embargo, en el modelo de la seguridad informática se identifica como factor fundamental la limitación y el cuidado individual, es decir, la autorresponsabilidad de cada usuario.