En la última década el éxtasis, de manera sigilosa pero constante, se ha instalando como la droga de la diversión, acompañando fundamentalmente a los adolescentes en las salidas nocturnas. Es en este período que se convirtió en la droga con mayor índice de consumo ocasional o experimental en jóvenes (el 87% de los estudiantes de nivel medio en la provincia de Buenos Aires que reconoce consumir esta droga lo hace preferentemente los fines de semana) y se advierte en este sentido un uso íntimamente vinculado con un modelo estético o recreativo. El verano y los períodos festivos implican un alerta extra. Se multiplican las fiestas, los eventos y las situaciones de esparcimiento; se potencia el consumo y, por ello, aumentan los riesgos, lo que da inicio a lo que se denomina “temporada éxtasis”.
En este sentido, referentes de las áreas especializadas de toxicología en la ciudad de Buenos Aires enfatizan que durante los fines de semana se reciben más casos de adolescentes afectados por el consumo de alcohol asociado con pastillas de éxtasis y bebidas energizantes (se incrementan a partir de los jueves hasta los sábados, disminuyen los domingos). Los mismos especialistas advierten que el éxtasis afecta a todo el organismo y que, ingerido con alcohol de manera frecuente, puede resultar fatal.
En nuestro país, las “drogas de diseño”, tales como el éxtasis, la ketamina, el popper, las anfetaminas y otras multiplicaron su uso en los últimos años. Es ciertamente en la década referida que se ha dado una fuerte expansión del consumo de este tipo de drogas, en especial el éxtasis (su incremento de más del mil por ciento así lo certifica). Este aumento puede sustentarse en que, tal como sucede con otras drogas estimulantes, el éxtasis genera tolerancia, es decir, se necesitan dosis cada vez mayores para obtener el mismo efecto. En esta inteligencia se produce un crecimiento exponencial del mercado de drogas sintéticas, en donde, según datos de la ONU, los estudiantes secundarios argentinos a nivel regional aparecen en el primer lugar de consumidores.
Un factor crítico a tener en cuenta, conjuntamente con los niveles de consumo, es su facilidad de compra y venta, ya que los jóvenes que anteriormente consumían lo que llevaban encima, debido a la dificultad de obtener estas drogas dentro de los boliches o las fiestas electrónicas, actualmente y, en virtud de esta facilidad de acceso, por un lado, y la sobreoferta (disponibilidad), por el otro, pueden en promedio tomar dos o más pastillas por salida (cerca del 40% de los consumidores actuales reconocen estos niveles de ingesta).
Ante este cuadro de situación resulta indispensable la participación más activa de diversos sectores involucrados en la temática, no solamente desde el rol de las fuerzas de seguridad como organismos de prevención y control, sino además de los entes y las instituciones del Estado vinculados desde la óptica social, de salubridad, educativa y de derechos humanos, como así también las organizaciones civiles y no gubernamentales que contribuyan en la búsqueda de nuevos enfoques para el desarrollo y la implementación de políticas que resulten en soluciones efectivas para atender este flagelo. Frente a ello, nos encontramos ante uno de los desafíos más inmediatos: revertir la actual situación en donde un segmento importante de jóvenes llegó al punto en que no concibe la diversión sin la participación de una droga.