Por: Yamil Santoro
“¿Qué pasa en Venezuela?” es una pregunta que varios se han hecho en estos días al ver que hay fotos de estudiantes ensangrentados, videos de policías pateando cabezas de manifestantes, reportes de muertos, censura de medios televisivos como NTN24 o hasta bloqueos de Twitter. Prefiero que lo escuchen en boca de un venezolano. “Nos están matando y ustedes lo saben”. “Cristina Kirchner (…) como puede usted decepcionarme de una manera tan brutal avalando lo que está pasando en mí país.”
El viernes pasado distintos espacios convocamos a una movilización frente a la embajada de Venezuela a fin de reclamar por el respeto de los DDHH y pidiendo que se garanticen las libertades fundamentales del pueblo venezolano y se termine con la brutal represión perpetrada por el gobierno de Nicolás Maduro. La marcha convocada para las 18 hs apuntaba a ser una manifestación pacífica de protesta, acompañada de la presentación de un petitorio al embajador, sin cortar la calle en ningún momento y sin ningún tipo de agresión.
La embajada venezolana respondió a nuestra convocatoria impulsando una contramarcha a las 16:00 a fin de deslegitimar la protesta, polarizar el planteo y desdibujar el reclamo. En concreto hubo una marcha reclamando el respeto de los Derechos Humanos en Venezuela por parte de múltiples organizaciones, algunas políticas y otras ciudadanas, que incluyó a Una Voz por Venezuela, Jóvenes Unión PRO, Partido Liberal Libertario, entre otras. Contra esta marcha humanitaria se manifestó el pankirchnerismo de izquierda con la presencia estelar de los miembros de Quebracho, Marea Popular, Kolina, JP Evita, entre otros.
La situación del viernes me produjo, por primera vez en muchos años de participación política, profunda tristeza. En un momento una chica desconsolada preguntaba a los gritos “¿qué festejan?” al otro grupo. No pude encontrar una respuesta que me trajera paz: se habían movilizado en contra de un reclamo sin banderas partidarias a favor de los derechos humanos.
Lo que está pasando en Venezuela excede con creces el debate izquierda-derecha. Lo que está en debate es si vamos a soportar que un gobierno por tener un discurso que nos resulta “simpático” abuse de su pueblo y atropelle los derechos humanos. La posición que hoy adopta la izquierda no los diferencia en nada de la adoptada por aquellos que justificaban la represión y la violencia de Estado en los setentas. Me cuesta creer que entrado el siglo XXI sigamos con esa visión patética de “asesinos buenos” y “asesinos malos”. Me preocupa pensar que hay personas dispuestas a legitimar la violencia contra quien piensa distinto, y eso vi el viernes.
Venezuela ha comprado voluntades durante años procurando establecer un blindaje internacional que le permitiera profundizar sus atropellos sobre los derechos humanos sin tener que rendir cuentas. A fines del año pasado el gobierno de Nicolás Maduro abandonó los organismos internacionales de derechos humanos dependientes de la Organización de Estados Americanos. Casualmente se escaparon de ellos el día siguiente a que la oposición venezolana presentara pruebas del fraude perpetrado en las últimas elecciones presidenciales. Ni hablar de la manipulación de la muerte de Chávez o las incompatibilidades legales de Maduro para el cargo. Pero para muchos los derechos humanos han sido un negocio antes que una causa, tal como expone Luis Gasulla en su obra El negocio de los derechos humanos, y esto los ha puesto en evidencia.
Hoy el líder de la oposición, Leopoldo López, irá a presentar un petitorio pidiendo el cese de las hostilidades contra la población civil, el desmantelamiento de los cuerpos paramilitares y que se respete el derecho a protestar de todos. Asimismo, hará entrega personalmente del petitorio a pesar de que el Gobierno de Nicolás Maduro ha resuelto encerrarlo emitiendo una orden de arresto. Dejo un video de la convocatoria, de un líder político que debió pasar a la clandestinidad en “democracia”.
Lo que está pasando nos convoca a todos, más allá de las banderas políticas. Debemos acordar entre todos los actores políticos que la violencia y la represión de las disidencias nunca más deben formar parte de la arena política.