Por: Yamil Santoro
Todos queremos que dejen de existir las villas. También es cierto que para muchos políticos las villas se vuelven un tema relevante sólo a la hora de procurar votos, aprovechar algún descontento vecinal a fin de obtener algo de cámara o para evitar un escrache. Lo cierto es que es un tema que no suele ser tapa de diarios salvo por alguna noticia infeliz. Recuerdo que una vez un legislador me dijo “dejate de joder con esos temas que no le importan a nadie, buscate alguno que resulte atractivo y vendible”, ridiculizándome por mi interés en temas como reforma educativa, urbanización de villas y transparencia gubernamental.
Los esfuerzos políticos por resolver esta problemática no son nuevos. Ya los jerarcas de la Revolución Libertadora, allá por fines de los 5os, se debatían acerca de cómo combatir las villas formadas a mediados de los años treinta. Frondizi y otros harían sus intentos por relocalizarlas. Otros como el dictador Onganía tomarían la vía expulsiva para tratar de enfrentar el flagelo. Lo cierto es que las villas llevan más de 80 años en plena expansión y han sido pocos los casos de urbanización/relocalización exitosos en nuestro país. Vale recordar, también, que de estos 80 años de proliferación y crecimiento de villas, casi la mitad de dicho tiempo ha gobernado el peronismo en sus diversas formas. Finalmente se tendió a la corriente actual de radicación e integración.
Se vienen haciendo esfuerzos por resolver esta problemática, hay que reconocerlo. También que algunos políticos como Capitanich en Chaco y Jorge Telerman en la CABA se han aprovechado políticamente de la necesidad de los más pobres con el plan Sueños Compartidos de la Asociación de las Madres de Plaza de Mayo junto a Hebe de Bonafini y Sergio Shoklender. Los fondos para las viviendas nunca llegaron a quienes lo necesitaban.
Mientras que la tendencia es a que cada vez más personas abandonen los grandes centros urbanos, aprovechando las mejoras en las telecomunicaciones y en los medios y vías de transporte, hay otra migración que tiende a concentrarse en torno a los grandes centros urbanos. La CABA enfrenta este dilema. Las villas han crecido a un ritmo sustancialmente distinto al del resto del tejido urbano.
Antes de adentrarme en analizar las soluciones concretas quisiera clarificar algunas cuestiones. El problema federal de la ausencia de controles migratorios es secundaria y no constituye el eje del problema. La combinación de oportunidades laborales junto con el amplio sistema de seguridad social que ofrece el GCBA sirven de polo de atracción para que migrantes nacionales e internacionales decidan radicarse en la CABA. Cuanto mucho, el tema migratorio sirve para explicar parte del caudal pero una política de fronteras cerradas no resolvería de forma alguna la cuestión. Aunque es cierto que el contexto actual hace que cualquier solución se vaya volviendo progresivamente más cara y compleja en función de la afluencia de nuevos vecinos.
En este primer artículo analizaré una de las propuestas de solución al tema e iré repasando por qué fracasaron (o fracasarán) y qué puntos deberían mejorarse. Arrancamos con una de las acciones más osadas de la historia argentina a la hora de resolver el problema habitacional: fue el decreto 1001/90 firmado por el entonces Presidente de la Nación, Carlos Saúl Menem, regulando la Ley de Emergencia Económica 23.697. El decreto obligaba a los distintos organismos a desprenderse de aquellos terrenos que estuvieran ocupados, permitiendo que sus ocupantes los adquieran de manera directa o mediante asociaciones.
Este modelo permitió sólo algunas experiencias exitosas -como fue la venta de varios lotes a la cooperativa de vivienda “25 de Marzo” presidida por Victor Sahonero en la villa 20- que tras largos años de trabajo han resultado en el otorgamiento de títulos de propiedad para sus vecinos. Sin embargo son pocos los casos donde los vecinos pudieron organizarse para acceder a los beneficios que determinaba el decreto: “Art. 2° – Autorízase la venta de los inmuebles que se declaren innecesarios a sus actuales ocupantes o a las formas asociativas legalmente constituidas que los representaren en su totalidad, comprendiendo las mejoras existentes a la fecha.”
Esta propuesta encontró serias dificultades tanto por las dificultades para acceder a los fondos necesarios por parte de los vecinos como por los problemas de coordinación inherentes a la hora de poder afirmar y probar la titularidad de determinado lote. Desafectar las tierras para que puedan ser enajenadas en beneficio de los vecinos es sólo el primer paso pero los problemas de coordinación llevan a que este abordaje tienda a fracasar. Además, pedirle a los vecinos que “se pongan de acuerdo” para poder avanzar es, a mi entender, insensato y termina sometiéndolos al juego de punteros o mafias en la mayoría de los casos. Esta dependencia se redobla si no se acompaña a la oferta de los terrenos de una propuesta crediticia efectiva para poder adquirirlos.
La semana que viene veremos cómo juega en este tema la legislación local de la CABA, la forma en la que se ha encarado la solución del tema y los pronósticos de su efectividad.
Por lo pronto, ¿cómo creen ustedes que debe resolverse el tema de las villas?