Por: Yamil Santoro
¿Qué se te viene a la mente al pensar en la juventud?
Yo la asocio con deseo, pasión, desborde. Representa esa etapa de la vida donde quebramos con la autoridad vertical impuesta por una familia o comunidad y nos atrevemos a andar por nosotros mismos. Hay una rebeldía necesaria que forma parte de conocerse a uno mismo y de distanciarse de lo heredado o lo dado para elegir con qué bloques construirse a si mismo.
Esta rebeldía inicial, tan necesaria para conocerse y para ser autor de uno mismo como un ensayo encierra dos posibles problemas: quedar encerrado en un bucle de anarquía eterna o vivir con el temor de desafiar las reglas, sacralizándolas y viviendo eternamente esclavizado. Jaime Barylko resaltaba la importancia de cuestionar las reglas pero que luego debíamos asumir el desafío de seleccionar con qué reglas habríamos de regirnos.
La juventud, entendida como esta etapa de flexibilidad, de replanteo y de duda si bien comienza con la emancipación de uno con sus padres bien puede extenderse por el resto de la vida como una sana posición crítica ante los acontecimientos. Esta posición juvenil durante el resto de la vida podría ser lo que solemos llamar librepensamiento. Podemos afirmar que durante un breve período en la vida todos tenemos una mayor propensión a ser librepensadores.
De chico pocas cosas me sacaban más de quicio que mi papá me dijera “cuando seas grande vas a entender” o a los profesores tratando de sancionarme por alguna arbitrariedad. Desde el primario me negaba a aceptar que las reglas valían “porque sí”. Hoy, varios años después sostengo una forma crítica de relacionarme con las cosas. Aunque debo admitir que el espíritu crítico y la política no suelen llevarse bien. Muchos de mis fracasos están vinculados a querer sostener esa singularidad más allá del límite de tolerancia de algún poder sancionador.
Hace relativamente poco tiempo acepté la invitación a sumarme a una estructura juvenil (la juventud de Unión PRO) y debo reconocer que contra mi escepticismo ofreció múltiples recompensas. Sirvió para conformar redes de amigos y contactos, desarrollar técnicas de liderazgo y management, crecer como persona e intercambiar ideas. Ahora, en perspectiva, entiendo la importancia que tienen los espacios de juventud para ayudar a desarrollar el potencial de los jóvenes. En política es común ver que se esgrima a la “antigüedad” como un valor para trabar el ascenso de los más jóvenes. Desplazando así cuestiones tanto o más importantes como el esfuerzo o la capacidad.
Como contracara, hay cierto fetichismo en los jóvenes que piensan que hay alguna virtud intrínseca en tener pocos años con el que estoy en desacuerdo, no posee valor por si mismo. Ser joven tiene valor en potencia, y ésta radica en la posibilidad de aprender del error y trabajar para mejorar lo hecho por las generaciones pasadas. Podemos ser instrumentos para construir un futuro mejor o anclas al progreso. Pero hay pocas cosas más peligrosas que pensar que nos merecemos algún trato preferencial por el mero hecho de tener pocos años.
A la posición rebelde de la juventud que replantea límites se le opone la versión que copia con liviandad e inexperiencia a “los adultos” con un estilo más “cool” o canchero. Esta obsecuencia contribuye a reforzar patrones de dominación mientras le otorga algunos beneficios a quienes se adecúan a las reglas impuestas por otros.
La juventud puede ser con su pasión y su espíritu crítico un motor de transformaciones fenomenales como lo fueron los estudiantes que llevaron adelante la Revolución de Terciopelo en Checoslovaquia llevando al fracasado partido comunista al final de su tiranía o la gloriosa juventud universitaria que en nuestro país llevó adelante la Reforma Universitaria de 1918 y cuyo espíritu quedó retratado en el Manifiesto Liminar que mediante la pluma de Deodoro Roca ilustró la lucha por la libertad de la juventud ante la esclavitud intelectual. Ambos ejemplos del poder transformador de la juventud.
Aprovechar las oportunidades que ofrece la juventud depende de todos nosotros. No sólo de “nosotros” los jóvenes, si no también de todos aquellos que día a día contribuyen a nuestra formación y desarrollo personal y profesional.