Pongamos, por caso, que te comiste el amague. Creíste en la cuestión esa del socialismo del siglo XXI. Okey, a cualquiera le puede pasar. Aplaudiste a Chávez cuando olfateaba el azufre. Te pareció lo más. Y claro, el tipo tenía su encanto. Era histriónico, carismático, y convengamos que a vos nunca te gustó Estados Unidos. Vale. Todo bien.
Hiciste un esfuerzo, no muy grande, en hacer desaparecer de tu saviola todo lo que aprendiste en la escuela sobre división de poderes, estado de derecho y principios republicanos. Tonterías sin sentido, pensaste, cuando estamos hablando de la revolución bolivariana que sacará a América del yugo yanqui. Vamos las bandas.
Más tarde, viste que en el país del petróleo escaseaba el morfi y hasta el papel higiénico, pero preferiste pensar que era una confabulación de empresarios malvados como Ebenezer Scrooge. Y, para qué decirlo, vos tampoco te tragaste nunca a los empresarios. Le diste para adelante.
Se te complicó un poco con el tema de la agresión y persecución a los periodistas. Te hizo un poquito de ruido. Vos tenías la sospecha de que la libertad de prensa era algo bastante bueno. Pero, qué remedio, te convenciste de que se trataba de medios desestabilizadores que querían derrocar al gobierno. A otra cosa. En definitiva, tu amor por el socialismo era más fuerte y Chávez sabía lo que hacía y de última nadie es perfecto y la construcción de la Patria Grande requiere algunos sacrificios. Vamos que vamos.
Lloraste, moqueaste y posteaste un montón de cosas cuando murió el Comandante y juraste viajar a poner flores en su tumba, como juraste alguna vez visitar Cuba, aunque en el fondo sospechás que cuando te sobren unos pesos para viajar, seguro vas a elegir destinos más turísticos.
Pero en estos días, se te complica el asunto. Porque ves que le dan palo y bala a civiles sin el mínimo reparo. Porque ves que matan a una joven impunemente. Te cuesta digerirlo. En Venezuela balean estudiantes, jóvenes como vos. Como vos, que ayer soñabas con el mayo francés y hoy tenés el balero lleno de preguntas. Pensás: ¿puedo realmente convencerme de que esas personas manifestándose son en realidad agentes del imperio yanqui? ¿Me voy a poner del lado de la policía, del lado de las balas? ¿Voy a cruzar este nuevo límite?
Vos sabés la respuesta. Claro que lo vas a hacer. Vas a tragarte el sapo de nuevo. Vas a empujar tus instintos, que te dicen que eso está mal, bien al fondo del placard. ¿Por qué? Porque no podés dar un paso atrás. Ni ahora, ni nunca. Porque hacerlo sería reconocer que fuiste un idiota todo este tiempo. Y la Patria será Grande, pero tu ego es mucho más grande. Y el progre es el que más minitas gana en la facu. Y hay que ver lo que te costó aprenderte párrafos de Las venas abiertas de América Latina. Y jugar a la revolución desde un smartphone sigue siendo súper divertido. ¡Y mirá si admitís que te equivocaste en algo y mañana -quién te dice- no tengas que reconocer que te equivocás en otra cosa!
No, no. Total qué te importa si, en última instancia, Venezuela queda re lejos.
Bancá los trapos. Creá uno, cien, mil Vietnam. Patria, socialismo o muerte. Dale para adelante. Hoy te toca ser justificar a la policía que dispara a civiles pacíficos. Divertirte. Que te apetezca.