¿En qué momento –me pregunto yo– una buena idea, a la que muchos se prestaron de buena fe, puede terminar convirtiéndose en una pavada? Porque pareciera que el desafío del balde de agua helada no es más que eso, una vidriera servida en bandeja a los famosos, en la cual pueden mostrarse premeditadamente de entrecasa, o chicanear a amigos o a enemigos, hacer política, montar un show, o desafiar al Papa, como Shakira, olvidándose de que en realidad se trata de una campaña que intenta dar a conocer una enfermedad, la esclerosis lateral amiotrófica, la que sufre, entre otros muchos, un genio como el físico Stephen Hawking.
En primer lugar, la consigna original indicaba que el agua que había que volcarse en la cabeza debía ser helada o con cubitos, de allí el nombre “Ice Bucket Challenge”, porque se supone que el espasmo que la diferencia de temperatura provocaría en el cuerpo remedaría los síntomas de esta enfermedad: debilitamiento de los músculos, pérdida de movilidad en las extremidades y dificultad para hablar, tragar e, incluso, respirar. Es decir que quien se prestara al desafío, por un momento podría ponerse en el lugar del otro, paralizarse como el otro, y recordar que nadie está libre de ninguna enfermedad. Pero además, interpreto que este “baldazo de agua helada”, es también una metáfora del posible estado en el que queda quien se entera de que está enfermo, esa primera sensación de desasosiego y miedo. De allí que las risas y el espíritu carnavalesco con el que nuestros congéneres famosos encaran esta campaña me parecen, cuando menos, desubicados. Como también lo son los videos que reproducen los bloopers de los participantes, los resbalones, las caídas, las contusiones en la cabeza, etc.
En segundo lugar, las reglas establecidas en un primer momento por el propio enfermo, el exjugador de béisbol del Boston College Peter Frates, para enfrentar el desafío consistían no solo en aceptarlo y donar 10 dólares a alguna institución, sino además, en retar a otras tres personas a hacer lo mismo, las que en caso de no aceptarlo, debían donar 100 dólares. Convengamos, entonces, que de lo que se trataba en realidad, era que los nominados no aceptaran dicho desafío, para que precisamente se vieran en la obligación de donar 100 dólares, en lugar de 10. Pero resulta que en nuestro país, según lo que informan los medios de comunicación, todos se prestan a la payasada, pero casi nadie afloja el bolsillo. Y fue previendo esta situación que el genio loco de Martin Sheen, en un inusual ataque de lucidez, en lugar de tirarse en la cabeza el balde de agua, se tiró 10 mil dólares que luego, obviamente, donó.
En tercer lugar, el tema del desperdicio del agua podría parecer una crítica un poco exagerada considerada desde el punto de vista cuantitativo aunque no, desde el cualitativo y simbólico. De hecho, tal como han difundido las redes sociales en estos días, hay millones de personas en el mundo que carecen de agua potable, al punto de tener que bañarse con pis de camello, o de prostituirse para obtenerla, como en Haití, donde niñas de 9 ó 10 años deben comprarla para abastecer a sus hijos. O países como la India, donde existen “cajeros automáticos” que expenden agua potable. O sin ir tan lejos, en Pozo de Tigre, Formosa, donde nuestros chicos tienen “hambre de agua”.
Pero por suerte siempre hay alguien que entiende las cosas, como la antibotinera Antonella Rocuzzo, la mujer de Messi, que si bien aceptó el desafío de su amiga la mujer del jugador Fábregas, dejó de lado tanta pavada y directamente puso la tarasca.