Con o sin Cristina, Kicillof quiere quedarse en el BCRA

Carlos Arbia

Las recientes designaciones de tres nuevos directores en comisión en el Banco Central de la República Argentina (BCRA) no solo reflejan la incidencia del ministro de Economía en el BCRA, quien ahora cuenta con siete directores propios, sino que marca un cambio sustancial. Por primera vez desde enero del 2010, cuando Martín Redrado fue obligado a dejar su puesto en el BCRA por negarse a utilizar las reservas internacionales de esa institución para pagar deuda pública y privada, con la entrada de Alejandro Formento, Mariano Beltrani y Bárbara Emilia Domatto Conti, todos jóvenes funcionarios kirchneristas allegados al ministro de Economía, Axel Kicillof, y a la agrupación La Campora, se ha completado el directorio de 10 miembros de esa institución.

Hasta el jueves pasado los directores eran siete, de los diez que marca la Carta Orgánica. El presidente, Alejandro Vanoli, su vice, el radical Miguel Pesce, los kirchneristas Santiago Carnero y Waldo José Farías y los jóvenes camporistas Germán Feldman y Pedro Biscay. La intención del kirchnerismo, luego de la partida de Redrado fue mantener un directorio con seis o siete miembros para evitar presiones. Al quedar cuatro o tres lugares vacantes con la firma del presidente y vice y cuatro directores tenía la mayoría absoluta para sesionar y tomar decisiones.

Kicillof cubre esos tres puestos para mantener su poder dentro del BCRA con el actual gobierno y con el entrante, sea éste oficialista u opositor, después de diciembre. Estos nuevos directores permanecerán hasta el 2021 en caso que el Senado apruebe sus pliegos. Vanoli y los directores German Feldman y Pedro Biscay tienen mandato hasta el 2020 mientras que los patagónicos Santiago Garnero y Waldo Farias todavía permanecen nombrados en comisión. El periodo del vice Miguel Ángel Pesce vence en el 2016. Pesce es considerado un intocable en el BCRA. Llegó en junio de 2003 para luego ocupar el cargo de vicepresidente durante las gestiones de Martín Redrado, Mercedes Marcó del Pont, Juan Carlos Fábrega. Estos dos últimos fueron echados por pedido de Kicillof.

El poder de Kicillof creció sin límites desde abril de 2012, cuando se reformó la Carta Orgánica (CO) del BCRA. Kicillof fue el ideólogo de las modificaciones. Era viceministro de Economía de Hernán Lorenzino y Mercedes Marcó del Pont la presidente del BCRA. Su desembarco en el directorio fue en junio de 2013, cuando por un decreto del Poder Ejecutivo hizo nombrar a Pablo López, el actual secretario de Finanzas, en el directorio de la entidad. Luego, en setiembre de ese mismo año, al vencer los mandatos de tres directores del Banco Central -Carlos Pérez, Carlos Sánchez y la vicepresidente segunda de la entidad Gabriela Ciganotto-, el gobierno decidió no nombrar reemplazantes para manejar el directorio a su manera. Con la llegada de Juan Carlos Fábrega a la presidencia del Banco la designación como director en comisión del joven economista camporista Germán Feldman y lo nombró al frente de la superintendencia de Entidades Financieras quedándose con el manejo de bancos, financieras y casas de cambio.

En abril de 2012 entró en vigencia la nueva Carta Orgánica del BCRA (Ley 26.739) que modificó el objetivo del banco que era preservar el valor de la moneda. El artículo 3° de la nueva normativa establece que “el BCRA promueve no sólo la estabilidad monetaria y del sistema financiero sino que también procura el pleno empleo de los recursos y el desarrollo de la economía con equidad social”. Un cambio sustancial para que el ente monetario emita dinero sin respaldo como lo viene haciendo. La normativa amplía peligrosamente los límites previstos en el Artículo 20°, al generar un canal adicional de financiamiento al Tesoro Nacional que es equivalente al 10% de sus ingresos en efectivo. Se trata de adelantos  transitorios, que deben ser cancelados pasados los dieciocho meses de su otorgamiento y esto aumenta el financiamiento del banco al Tesoro Nacional que aumenta su déficit fiscal irresponsablemente. Otro de los aspectos cuestionables es que se eliminó la relación fija entre la base monetaria y las reservas internacionales. Con esto se abandonó el régimen de tipo de cambio fijo para que el gobierno pueda definir la relación de paridad entre el dólar y el peso. “Este nivel de reservas necesarias para la conducción de las políticas cambiaria y monetaria deberá definirse en cada caso, a través de un ejercicio dinámico de evaluación de las fortaleces y los riesgos que enfrente la economía argentina”, dice.

La nueva ley permite al BCRA intervenir en el sistema financiero. En los últimos tiempos hubo una embestida contra casas de cambio y agentes de bolsa por la venta del dólar blue o ilegal, y hasta con un banco extranjeros como el Citibank suspendiéndolo como agente en la operatoria de títulos y acciones. La nueva CO reformulada por Kicillof le otorga al BCRA facultades e instrumentos que antes no tenía para incidir sobre el empleo y la producción y aumenta el poder de intervención del Estado sobre el BCRA que ha dejado de ser un organismo independiente. 

Y ahora al parecer Kicillof va por más: quedarse en el BCRA con Cristina o sin Cristina.