Por: Carlos Arbia
La tecnología y el paradigma en la desintermediación de los servicios en industrias tradicionales a través de internet, como Netflix en el mercado de películas y series y Spotify en el mercado de la música, generan significativos cambios que se incluyen en lo que algunos economistas comienzan a llamar la tercera Revolución Industrial, en alusión a los cambios sociales, en tecnología y empleo que produjeron la primera Revolución Industrial de la segunda mitad del siglo XVIII y la segunda Revolución Industrial, que se inició a mediados del siglo XIX.
Esta tercera Revolución Industrial, que cumplió ya más de 25 años desde aquel 12 de marzo de 1989, cuando el equipo inglés Tim Berners-Lee publicó un documento técnico que luego se convirtió en la base teórica de internet llamada World Wide Web, se ha comenzado a extender a las ventas de servicios, lo que provocó significativos cambios en diversas industrias. Entre ellos, la reducción en los costos de intermediación, la baja en los costos de transacción, las modificaciones en las formas de empleo y la comunicación directa del cliente con el vendedor, el servicio los 365 días del año, a cualquier hora.
La llegada de Uber al mercado de taxis y remises en el mundo puede considerarse dentro de las características de los servicios que venden Netflix o Spotify, que han provocado grandes cambios a través de una empresa que vende servicios por internet. La novedad que ha generado esta tercera Revolución Industrial, con estos modelos de venta de servicios, es que se trata de mercados de competencia perfecta abiertos, transparentes y desregulados, que alientan a la libre competencia y favorecen en gran medida al consumidor a la hora de fijar el precio. Esta es una de las grandes novedades que plantean los servicios por internet.
No hace falta hacer lobby con el gobierno de turno, no hay que negociar con ningún gremio, ni hay que solicitar ventajas impositivas para ingresar al mercado. En este caso, se trata de una plataforma, una aplicación móvil que une a conductores particulares con pasajeros que requieren un vehículo. No tienen necesidad de estar registrados como una empresa de radiotaxi o taxi o remise, como sugiere el titular del sindicato de peones de taxi que conduce Omar Viviani.
En estos casos, el consumidor tiene la libertad de elegir, no sólo a la hora de pagar el precio por el servicio, sino también su calidad. Los mercados, al ser libre su oferta y demanda y no estar regulados por el Estado ni tener barreras de entrada y salida, permiten que los precios se determinen por medio de la oferta y la demanda y no por leyes que los regulen y protejan, como ocurre hoy con el mercado de taxis y remises en la Argentina. Por esos motivos, podemos considerar como una buena noticia para los usurarios la llegada de este tipo de servicios de internet a la Argentina, que ha despertado una gran polémica, en particular en el sindicato de peones de taxi que conduce Omar Viviani hace 32 años.
En la ciudad de Buenos Aires está vigente el Código de Tránsito y Transportes que regula la actividad de taxis, remises y colectivos. Este código señala: “Sólo se puede tomar taxis en la calle o a través de una empresa legal de radiotaxis” y para los remises los requisitos son más flexibles. Pero en el caso de Uber, se trata de una plataforma de servicios por internet que no está legislada, por lo tanto, no tendría que anotarse en este tipo de actividad.
Además, por las declaraciones de Viviani, podemos decir que no estamos hablando de un mercado de competencia perfecta abierto, transparente y desregulado. “Hay una ley en la ciudad de Buenos Aires que prohíbe la instalación de cualquier sistema que no sea por radiotaxi y las empresas de radiotaxi tienen aplicaciones que han hecho ellos mismos. Es decir que si usted quiere con una aplicación solicitar un auto en cualquier esquina de la ciudad de Buenos Aires, usted lo puede hacer. Acá lo que quieren es desregular todo el sistema”, dijo Viviani y dejó en claro que se trata de un mercado totalmente regulado.
Es un mercado poco transparente, ya que dentro de esa estructura funcionan especies de cotos de caza como Aeroparque, Ezeiza, el Hipódromo de Palermo y el Casino Flotante, donde sólo algunos taxis, autorizados por su sindicato, pueden entrar para levantar pasajeros. Viviani ha manifestado que el desembarco de la empresa va a traer desocupación. Una gran parte de los choferes del mercado que él maneja solamente acceden a un trabajo si alquilan el taxi al dueño de la flota o al dueño de la licencia. En Argentina, desde hace unos años, en particular desde el 2003 en adelante, se ha montado un negocio que genera grandes distorsiones en el mercado de precios y salarios.
Esto ocurre porque los dueños de las flotas de taxis le cobran a un chofer en promedio unos 1.200 pesos por día para alquilarle el auto y, en las actuales condiciones, al chofer le quedan solamente unos doscientos pesos diarios luego de pagar el alquiler y la carga el combustible. Además, se los obliga a registrase en la AFIP como trabajadores autónomos para poder facturar al dueño, lo que distorsiona totalmente el mercado, que cuenta hoy con unas 35 mil licencias que se venden a aproximadamente doscientos mil pesos en promedio cada una. El taxista de hoy se ha convertido en un proveedor de servicios del dueño de una flota y su trabajo se ha precarizado de una manera descomunal. Una gran mayoría de los choferes o los peones de taxi alquilan diariamente las licencias para conducir taxis y se pagan su propio salario. Una gran cantidad de dueños de esas empresas no paga sueldo a sus trabajadores.