Por: Carlos Mira
Bajadas las aguas de la inundación, y creída que las controversias que podían echársele en cara por semejante desastre ya se habían disipado, la Presidente regreso a la cadena nacional el jueves por la tarde para notificarle a la sociedad que “el proyecto” resistirá.
Investida de un renovado brío de rencor, la Sra. de Kirchner estuvo una hora y media delante del micrófono repartiendo críticas por doquier, haciendo campaña política de modo indisimulado mediante el uso de los recursos públicos pagados por los argentinos de todas las ideas (no solo por aquellos que comparten las suyas) y empezando esas admoniciones por ¿su propio candidato?, Daniel Scioli.
De lo dicho por la Presidente, se desprende que su proyecto es maniatar a cualquiera que venga a partir del 10 de diciembre para que no puedan tocar un solo grano de arena de la montaña que se ha formado en los 12 años de kirchnerismo. Para ese sector cualquier cambio equivale a una traición. A tal punto ha crecido su convencimiento de que ellos son la Argentina que entiendan que cualquiera que intente modificar ese rumbo es un enemigo de la nación.
Para ello, aun en el caso de que gane Scioli, preparan una estrategia de trincheras en el Congreso para tornar imposible el gobierno de un cambio. Parte de eso por ejemplo tiene que ver con el anuncio del envío de un proyecto de ley al Congreso según el cual para introducir cambios en la estructura accionaria de empresas que tengan acciones de la ANSES se requerirá una aprobación legislativa que reúna los 2/3 de los votos. Más trabas, más cepos, más prohibiciones, más regulaciones para una economía ya asfixiada por ataduras de todo tipo, que la han postrado y, en muchos casos, le han provocado la muerte. No sería extraño que en la nueva agencia creada por esa ley termine llevando la voz cantante el hoy ministro de economía Axel Kicillof.
Cuando la Presidente se metió de lleno en la campaña, habló de la existencia de “mala gente”. Es probable que la Sra. de Kirchner tenga razón, aun cuando haya discrepancias sobre quién es esa “mala gente”.
La referencia apareció cuando comentó cómo algunos candidatos habían “usado” –según ella- el drama de las inundaciones para tratar de sacar rédito político. ¿Será que la Presidente habla desde el lugar que tiene alguien que prácticamente ha hecho un doctorado de esa práctica? Mencionó (sin nombrarla, como es un clásico en ella) a María Eugenia Vidal a la que describió como calzándose las botas para hacer demagogia. Seguramente olvidó su propia e incómoda visita a La Plata, en 2013, cuando, también con botas, intentaba explicar el casi centenar de muertos que se llevó el agua. O sus incursiones en el barro salteño cuando, también con botas, aparecía frente a las víctimas de un aluvión, quizás en un momento en donde le daba más valor a su presencia que a su borrada.
Intentó conectar a Macri con los 90, cuando también sin nombrarlo habló del salariazo y la revolución productiva. Uno se pregunta ¿quién hacía política con Menem en ese momento, Macri o los Kirchner, para quien Menem fue el más grande presidente argentino?
Dedició un párrafo -que habría sido mejor evitar- para el militante radical muerto a balazos en Jujuy por repartir volantes de apoyo al senador Gerardo Morales. La Presidente entró en una pueril discusión sobre la afiliación del asesinado, asegurando que pertenecía al movimiento Tupac Amaru y a Unidos y Organizados. El pequeño detalle que olvidó es que en el régimen comuno-fascista que de hecho gobierna Jujuy no se puede vivir si no se está afiliado al movimiento que lidera la dirigente antidemocrática Milagro Sala: para estudiar, para trabajar, para hacer lo que sea en Jujuy, hay que afiliarse al ejército de Sala porque así se accede a planes, a viviendas y a las demás prebendas que Tupac Amarú negocia con el gobierno nacional.
La Sra. de Kirchner en ningún momento condenó el hecho. Sus palabras tendieron a desincriminar a quien es apuntado por las pruebas más importantes de haber cometido el crimen (la agrupación de Sala) pero no reservó ninguna palabra para la condena de la muerte, sea de quien sea.
El argumento del asesinato en ocasión de robo de celular no tiene ni pies ni cabeza, en un operativo en donde participaron tres motocicletas.
Luego la Sra. de Kirchner salió en una velada defensa de Lázaro Baez proponiendo que se investigue a todas las empresas concesionarias de obras públicas, un expediente muy parecido a armar una ensalada inentendible en donde, finalmente, no se investigue a nadie.
Respaldada por “filminas”, mostró los listados de esas empresas y en una de ellas aparecía entre paréntesis (en una variante bastante poco profesional) la leyenda “amigos de Macri”. Lo verdaderamente curioso es que al lado del nombre de Electroingeniería, la segunda empresa con más obra pública concesionada, no aparecía en ningún paréntesis aclaratorio la leyenda “amigos de Zannini” como públicamente es Gerardo Ferreyra.
La reaparición de la Presidente en cadena nacional no agregó un solo gramo positivo a los momentos nada tranquilos que vive la Argentina. Se necesita una palabra calma y de diálogo, no la exaltación de una utopía como aquella a la que le cantaban el clásico conjunto de desaforados del Patio de las Palmeras: la reelección de Cristina. ¿De qué hablan? ¿en qué planeta viven?.
Todo terminaría allí si el episodio se limitara a esa minoría. Pero los gestos sin equilibrio, desde un balcón elevado, de la que debería marcar los límites de la moderación son los que producen la preocupación y las dudas.