Por: Claudia Peiró
La visita de la presidente Cristina Kirchner a los túneles del Vietcong (Frente de Liberación de Vietnam) desató una graciosa polémica entre referentes del progresismo local, opositores unos, oficialistas otros.
El inefable Luis D’Elía dio el tono de la discusión al enviar un tweet de felicitación a Cristina Kirchner por su incursión subterránea: “QUE GRANDE MI JEFA @CFKArgentina en los túneles vietnamitas evocando a Ho Chi Minh ejemplo de DIGNIDAD y CORAJE frente al IMPERIO”.
Ni lerdo ni perezoso, Humberto Tumini, líder del partido Movimiento Libres del Sur, salió en defensa de la Revolución Vietnamita y, si bien respaldó la comparación hecha por la presidente entre Ho Chi Minh y San Martín -“ambos lideraron epopeyas liberadoras anticoloniales con éxito”-, expresó luego su deseo de que “Cristina Kirchner tome otras valiosas enseñanzas de los vietnamitas”, a saber: que los líderes de ese país se caracterizaron por la “sencillez, humildad y respeto”. Según Tumini, “jamás se vio en (ellos) el menor rasgo de soberbia, de autosuficiencia” y “nunca fueron despectivos o insultantes con sus adversarios”.
Esto enojó al jefe de La Cámpora y diputado nacional Andrés Larroque, quien replicó que “mientras la Presidenta está en Vietnam, Tumini está en la playa sacándose fotos con Alfonso Prat Gay”.
D’Elía reforzó el argumento retwiteando a una seguidora: “@CFKArgentina cierra acuerdos comerciales en Vietnam, mientras Tumini en la playa se saca fotos con Alfonso Prat Gay!”
“La Presidenta está en Vietnam para cerrar acuerdos comerciales que permitan colocar los productos que fabrican los trabajadores argentinos”, agregó Larroque.
Evidentemente fue un debate entre cultores de lo que podríamos llamar “militancia turística”, pues tanto los críticos como los defensores del viaje oficial dan por sentado que un tour por escenarios de luchas que ya son historia equivale a un acto de arrojo o, como mínimo, a una peregrinación de la que se vuelve bendecido.
Véase si no lo que Hebe de Bonafini, en una carta que tituló “No fuiste sola”, le escribió a la Presidente: “En este viaje te sentí más grande, más segura, más desafiante tal vez, y me sorprendiste cuando visitaste esos refugios, esos lugares que mis hijos me habían contado (…) Ellos están y ahora estuvieron en vos en ese bajar al lugar, en ese reverenciar a Ho Chi Minh y rendirle homenaje”.
Cuesta creer que la propia Cristina Kirchner piense que esa visita la engrandece, o que ésa haya sido la intención de su excursión a los túneles de la guerrilla vietnamita. O que cuando -en otra oportunidad- lució boina negra para marchar por Ingrid Betancourt en París, haya creído que encarnaba a alguna heroína de la Resistencia Francesa.
El problema son sus seguidores -al menos los más entusiastas- que sí lo creen y caen en elogios que por su desmesura rayan en el ridículo.
“No creo que Prat Gay, un gerente de la banca JP Morgan, tenga mucho que ver con el pueblo vietnamita”, fue uno de los dardos de Larroque a Tumini, mientras que éste devolvió: “Juro que, para mí, a Cristina le hubiera gustado mucho más salir seguido con [Barack] Obama que estas fotitos en Vietnam. ¿No?”
Más allá de la opinión que se pueda tener sobre la minicampaña playera de un trío tan impensado como el que forman Victoria Donda, Alfonso Prat Gay y el citado Tumini, pretender que hay más mérito en hacer política veraniega desde el santuario de una revolución ajena que desde Punta Mogotes resulta disparatado.
En definitiva, todo pareció limitarse a una disputa por quién tiene más derecho al “turismo revolucionario”, una práctica de largo arraigo en cierta izquierda. ¿Qué progresista no fantasea con su propio “diario de motocicleta”?
Pero si en los ’60 y ’70 soñaban con las revoluciones inconclusas, hoy la visita a las que ya están hechas tiene la ventaja de una emoción sin los riesgos que alguna vez entrañaron las luchas cuyos vestigios arqueológicos se visitan. Salvo el de una descompostura estomacal o la picadura de algún mosquito. Como vemos, son tiempos de heroísmo módico.