Por: Damián Di Pace
Dicen que los argentinos votan con el bolsillo. Sin embargo, los vínculos entre la economía y la política a nivel mundial indican que los gobiernos, cuando se encuentran cercanos a los comicios, intentan mantener la actividad en crecimiento o impulsarla si esta alicaída. Este es el escenario al que se enfrenta el oficialismo en los próximos tres meses.
Las cartas están jugadas. Un peso que se va devaluando a un ritmo muy lento en relación con el dólar, respecto de la devaluación de monedas con países donde hay un vínculo comercial y competencia en los mercados a su vez, como Brasil y Rusia. En el bolsillo argentino se realizaron los ajustes del impuesto a las ganancias para los trabajadores, lo que mejoró su situación y los acuerdos salariales promedio del 30 %, muy por encima de la expectativa oficial inicial del 25 %. A su vez, se espera que el aumento de la asignación universal por hijo y el incremento de las jubilaciones lleguen antes de las elecciones nacionales. El Gobierno, a su vez, equilibra el gasto del consumidor con el financiamiento al consumo con el plan Ahora 12, que tuvo un incremento interanual en el uso del dinero plástico del 45 % en el primer semestre del año.
Estas medidas llevarían a un segundo semestre con unos $ 175.000 millones agregados al consumo. Es decir, un 9 % adicional respecto de la primera etapa del año. Otro síntoma positivo de la economía minorista para el segundo semestre del año es que la inflación tendió a desacelerarse, lo que, sumado a los acuerdos de paritarias logrados por los diferentes gremios, parecería proyectar al trabajador argentino hacia un incremento de sus ingresos respecto de la inflación, a diferencia de lo que le sucedió en 2014.
El tercer trimestre del año se espera que venga con un dinamismo en la actividad de consumo y demanda agregada. De acuerdo con la Confederación Argentina de la Mediana Empresa (CAME), las ventas minoristas tuvieron en junio un incremento del 1,8 %; sin embargo solo el 26 % de los comercios opera con rentabilidad positiva. El consumo siempre es más cortoplacista que la inversión, que requiere un escenario macro a largo plazo para pasar de una posición de freno hacia una de empuje a la producción. La caída de la inversión en los últimos tres años oscila en el 4,5 %. Si bien de acuerdo con un Informe de la Consultora Nielsen el índice de confianza del consumidor se recuperó en la primer parte del 2015 en 8 puntos, esto no alcanza para fomentar la inversión. Desde la consultora afirman que las mejoras del índice se ven en relación con las expectativas de cara a las próximas elecciones. Sin embargo, el empresario no invertirá en los próximos meses según las probabilidades de ganar por parte de los actuales candidatos. El empresario invierte de acuerdo con quién gana, con las medidas que adopta a nivel de política económica una vez que asume y con el tablero de comando de la economía en mano.
En los meses que restan hasta llegar a las urnas, el Gobierno tiene claro que el argentino vota con el bolsillo y que intentará fomentar el consumo porque en el corto plazo que le queda es lo que le dará más resultados. A su vez, intentará por todos los medios posibles desviar los fantasmas de la devaluación o ajustes violentos del tipo de cambio, delegando en la próxima gestión estas tareas de mala reputación para la clase media y con pérdidas de ingresos funestos para las clases bajas.
Si bien hoy el país tiene un problema de oferta agregada debido a la caída de la inversión, las políticas del Gobierno tendientes a incentivarlo no han logrado los efectos deseados del otro lado del mostrador en los últimos años. El cepo cambiario, los ajustes de tarifas, los controles hacia las importaciones de insumos, el atraso cambiario, la presión impositiva, el problema energético y los temas de agenda pendientes para el empresario argentino ya no tienen mucho margen de maniobra en vísperas eleccionarias.